_
_
_
_
_

Los usos de las calles de Barcelona y su complejo mobiliario

El libro 'La U urbana' pide que se eliminen elementos de la vía pública

Dos personas instalan una mesita y dos sillas plegables en el espacio señalado como zona azul. A continuación se sientan para tomar el té, no sin antes haber sacado de la máquina correspondiente el obligado tiquet para una hora y media. Los empleados municipales no entendieron que aquello fuera demasiado legal y les señalaron que, con tique o sin él, allí no se podían quedar. ¿Por qué un coche sí y una mesa no? Es uno de los conflictos de interpretación que se pueden dar en el uso del espacio público urbano, es decir, calles y plazas. Un espacio, dijo el arquitecto Juli Capella, "de todos", pero donde no todo el mundo puede hacerlo todo, por más que se hagan muchas más cosas de las previsibles. Capella explicó que se había hecho el experimento de la zona azul en el curso de la elaboración del libro La U urbana. El libro blanco de las calles de Barcelona, que acaba de publicarse en catalán y castellano. Se trata de un volumen colectivo que analiza las calles de la ciudad y el mobiliario urbano, su distribución y sus usos.

La ciudad tiene 28.012 semáforos, 1.158 quioscos y 107.084 farolas

La U hace referencia a la figura que forman las dos fachadas de una calle más el suelo. El espacio público por excelencia, según coincidieron en afirmar en la presentación del libro, celebrada en el Colegio de Arquitectos de Barcelona, Capella, pero también Jordi Farrando, que lo ha coordinado, y Joan Subirats, que se ciñó a analizar los usos de la calle recordando que el debate sobre la organización de las calles no es "técnico, sino político y social". Subirats destacó que en Barcelona hay una tradición que hace que las calles sean monolíticas: siempre el mismo uso, siempre la misma dirección. No es algo universal, dijo. En Washington, donde encontrar un espacio grande para una escuela es un problema considerable, se ha optado por cerrar durante unas horas el tramo de calle que quede frente a un colegio, logrando así un amplio espacio de recreo. En cualquier caso, sostuvo Subirats, el uso de la calle es diferente en Pedralbes que en Ciutat Vella. En su opinión, la gente usa más la calle cuanto menos espacio y confort tiene en la propia casa.

Pero la calle está ocupada. Por la gente, por supuesto, pero por muchas otras cosas: los elementos urbanos. Hay 703.540, explicó Ferrando. Se cuentan aquí, por ejemplo, los 107.084 soportes para iluminación, que no son todos iguales. Hay columnas, farolas, farolas históricas (7.310 para ser precisos), apliques y otros. Pero también 28.012 semáforos y más de 20.000 contenedores para basuras diversas. A lo que habría que añadir 1.158 quioscos, 2.690 terrazas de bar y 150.912 alcorques para otros tantos árboles. Elementos que, defendió Ferrando, no caben todos en todas partes, de ahí que el libro se cierre con algunas propuestas que se resumen en la necesidad de eliminar elementos (por ejemplo, en Barcelona ya no hay relojes, por decisión municipal), soterrar otros, agrupar muchos y, por supuesto, innovar y sistematizar.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_