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Los vecinos presentan tres alegaciones en la Generalitat

Àngels Piñol

La plataforma Salvem Can Ricart presentó el jueves alegaciones al expediente tramitado por el Departamento de Cultura para que declare el área del viejo complejo industrial como Bien Cultural de Interés Nacional (BCIN) sin excluir zona alguna. Su objetivo es que, con esa catalogación, la Generalitat impida al Ayuntamiento construir un edificio dentro del área protegida, así como una torre de 52 metros en la frontera del complejo. Y reclaman algo más: que se preserven los elementos del subsuelo relacionados con la evacuación de humos de la sala de calderas y el transporte de agua y vapor.

Cultura incoó el expediente en marzo y tiene año y medio para resolverlo. Pero, de entrada, fuentes del departamento expresaron su sorpresa por la mención a los dos edificios citados al subrayar que las licencias están congeladas durante la tramitación. La cuestión es que el debate está viciado. Los vecinos acusan a la Generalitat de no haber impedido en septiembre que se derribaran el 30% de las naves del recinto que, según el Ayuntamiento, no tenían valor. Cultura se acoge al informe favorable del Institut d'Estudis Catalans y al de una comisión de expertos. La plataforma ha llevado el caso a la justicia. "No hemos podido frenar la demolición, pero quizá a alguien le llamen la atención", avisó Salvador Clarós, del Grup del patrimoni industrial Fórum Ribera del Besòs. "¡Es escandaloso! En Alemania o Inglaterra no hubiera sucedido".

Una plataforma se opone a que se construya una torre de 52 metros

Clarós cree que Can Ricart ha pagado la falta de cultura respecto al legado de la arquitectura industrial afirmando que, por ejemplo, a nadie se le ocurriría "modificar la ventana de un edificio gótico o románico". Y recordó que en 2000, el Ayuntamiento sólo incluyó en el catálogo del patrimonio municipal la chimenea de Can Ricart. Y en la revisión de 2006, 60 elementos más. "La sensibilidad es mucho mayor en otros países europeos", dijo Clarós explicando que Can Ricart, por su estilo de naves de poca altura y corte neoclásico, lejos de los grandes edificios rojizos de Inglaterra, ha merecido la atención de diversos estudiosos europeos sobre el patrimonio industrial. Clarós pidió que la reforma de Can Ricart se ajuste a la ley para que las nuevas edificaciones tengan un volumen y perfil similar a las anteriores para no alterar el paisaje.

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