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Crítica:ESTRENO | 'Kill Bill, Volumen 1'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Apoteosis de la acción

En Pulp Fiction, Quentin Tarantino pone en boca de Uma Thurman un recuerdo entonces intrascendente, pero hoy cargado de premoniciones: "Éramos una banda", le dice ella a John Travolta poco antes de lanzarse a bailar un twist, "y había de todo, una china, una rubia, una negra, una francesa... y también estaba yo". Justamente de eso va ahora Kill Bill volumen 1 (lo de 1 no es casual: estamos ante la primera parte de un filme mayor; o si se prefiere, estamos ante el planteamiento de una trama que sólo vemos culminar parcialmente; y, además, una frase dicha en el estricto final de esta entrega nos deja literalmente en vilo no ya sobre lo que vendrá, sino sobre lo que acabamos de ver): de la banda de cinco en la que Thurman estuvo alguna vez, de lo que hacían... y de lo que le hicieron.

KILL BILL, VOLUMEN 1

Dirección: Quentin Tarantino. Intérpretes: Uma Thurman, Lucy Liu, Michael Madsen, Vivica A. Fox, Daryl Hannah, Julie Dreyfuss, David Carradine. Género: aventuras criminales. EE UU, 2003. Duración: 111 minutos.

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Variación particularmente aviesa de Los ángeles de Charlie, en la que Charlie se acuesta con cada uno de los ángeles; homenaje indisimulado a Hable con ella, un filme de un director, Almodóvar, que Tarantino admira, Kill Bill es a la vez poco y mucho: un largo viaje hacia la venganza, la que cumple Thurman contra su antiguo jefe y sus ex amigas, a cuenta de un intento brutal de asesinato (fallido) que contra ella cometieron. Explicar su trama es muy fácil: Thurman busca, se enfrenta y destruye a quienes le amargaron la vida. Punto. Todo lo demás es acción... o puro cine, a decir verdad.

Porque lo que hace nacer al filme es lo que está detrás de todos los anteriores de nuestro hombre: el cine visto por el Tarantino adolescente. De ahí que Kill Bill sea, al mismo tiempo, una película de kung fu, pero también una de yakuzas, ese peculiar género del cine japonés; pero también es un poco spaghetti-western, y no le faltan toques de comedia, ni una apabullante banda sonora que cuenta sus hallazgos por docenas. Y por encima de todo, es una majestuosa, impagable lección de cómo filmar la acción, de cómo ilusionar como lo hacían los viejos magos.

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