Atraco

La publicidad de este (como casi todos) absurdo y (como todos) parásito remake de Atraco a las tres (J. M. Forqué, 1962), que es una de las comedias más atrevidas, graciosas y bien hechas del cine español, guarda las espaldas del engendro diciéndonos que llega media hora más tarde que su antecesora, cuando lo cierto es que esta sosa sombra de aquella gozosa heredera española de las geniales Rufufú (Monicelli, 1958) y El quinteto de la muerte (Mackendrick, 1955) no ha llegado, ni llegará nunca, porque no es cine, sino una mala sombra de cine; una simulación que no llega a ser ficción, sino seudocine intruso, no nacido, que ensucia un territorio limpio del recuerdo.

Sus intérpretes (que quizá son buenos) aquí están invadidos por la desalmada (y suicida) insolencia de jugar a ser réplicas de una inimitable galería de eminentes secundarios de una cima de nuestro cine, como Alexandre (que cae en la torpeza de repetir), Rafaela Aparicio, Cassen, Orjas, Landa, Lola Gaos y otros de su talla. ¿Novedad? Amagos de guiños y chistes sin gracia y, obviamente, dos o tres consabidos spots de sexito en escorzo.