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Reportaje:

Camino radiado hacia la muerte

Antoni Canet lleva a la pantalla el proceso degenerativo de su amigo el médico Carlos Cristos, afectado de atrofia muscular

Rocío García

Carlos Cristos: "Tengo 48 años, soy médico de familia, hace cinco años me diagnosticaron la enfermedad AMS (atrofia multisistémica). Es una enfermedad neurodegenerativa, progresiva y mortal, que no responde a ningún tratamiento conocido. Tendré lucidez plena hasta el final. Quiero que me acompañen con la cámara en el final de mi vida y si es posible con una sonrisa".

Carmen Font: "Nos sorprendió a todos, sobre todo a mí. Le pedí que me dejara reflexionar. Para mí suponía enfrentarme a un montón de emociones. No sabía si iba a tener la fortaleza necesaria para llegar hasta el final. El temor que tenía desapareció cuando vi todo plasmado en la película".

Antoni P. Canet: "Me puso una única condición: que tenía que grabar su muerte. Me dio un argumento demoledor: sus mejores profesores han sido los enfermos a los que él mismo ha acompañado hasta la muerte y son ellos los que le han dado la fuerza para afrontar la decisión. Tuve cierta esperanza de que nunca arrancaría, pero arrancó. Empezó como una película sobre la muerte de Carlos y hemos terminado hablando sobre la vida".

"Tendré lucidez plena hasta el final. Quiero que me acompañen con la cámara"
"Me inquietaba ser capaz de estar a su lado al rodar y no caer en sentimentalismos"

Carlos Cristos, médico mallorquín, es el protagonista del documental Las alas de la vida, premiado en la Semana Internacional de Cine de Valladolid y que llegará a las salas de cine el próximo viernes. Ahora tiene 50 años. Los mismos que su mujer, Carmen Font, también médico. Tienen una hija de 10 años, Carmela, que toca el piano y el violonchelo. Antoni P. Canet es director de cine, tiene 53 años y es amigo de Carmen y Carlos desde hace mucho tiempo.

Las alas de la vida da la voz a un hombre que reclama una vida y una muerte dignas. También su familia y amigos. Por eso, Carlos Cristos invitó a su amigo Antoni Canet, Toni, a que le acompañara en una narración única: la de su camino hacia la muerte. Aun narrando un caso dramático y sin esperanzas -"te amputan tus esperanzas, tus ilusiones", dice su mujer frente a la cámara-, en Las alas de la vida no hay hueco para la pena. Quizás sí para la tristeza. Es el recorrido por la vida de un médico de pueblo al que en el año 2000 le detectaron una enfermedad terrible, no sólo por su inexorable mortalidad, sino por el grave deterioro que día a día afecta a su cuerpo -"lo entiendes con la cabeza, no con el corazón", asegura Cristos-. La atrofia multistémica no es hereditaria, ni contagiosa. Afecta a muy pocas personas y se produce por un trastorno del metabolismo de las proteínas. Dos años después de que se la detectaran, Carlos dijo a sus amigos y a su familia que quería grabar todo ese proceso hacia su muerte. Y escogió a su amigo Toni. "Sólo tuve dos miedos", confiesa el realizador, "como amigo, el de ser capaz de estar a su lado cuando se iba apagando y, como cineasta, el de encontrar el lenguaje adecuado sin caer en sentimentalismos".

Por teléfono, desde Mallorca, Carmen Font parece una mujer tranquila y decidida. La misma imagen que refleja Las alas de la vida. Sabe a lo que se enfrenta, pero como médico también tiene la satisfacción de estar ante algo que va a servir a mucha gente. "El objetivo de Carlos, y también luego el mío, era el de hacer un documental pedagógico, nada que ver con un afán de mostrarse en la intimidad. Siento el pudor de cualquier persona, pero he recibido muchas opiniones de la gente que lo está viendo y creo que se está consiguiendo aquello que perseguíamos. Como médicos vemos a mucha gente sufrir y sabemos que la muerte es muy difícil de manejar. Queremos que sea un ejemplo de acercarse al final de manera serena y tranquila".

En el documental aparece únicamente un momento algo más dramático, cuando a Carlos Cristos le leen el documento vital que han redactado con su consentimiento. Son apenas unos segundos, pero el médico no puede contener las lágrimas. "¿Paramos, Carlos?". "No". La grabación continúa sin problemas. En las más de 70 horas grabadas a lo largo de tres años, hay momentos y escenas emotivas y dramáticas, pero se han ocultado. "Una de las condiciones que puse yo fue la de evitar todo dramatismo", explica su mujer.

Pero no es un filme sólo amable. Se habla del sexo, más bien del no sexo, de Carlos Cristos, se ven las dificultades que tiene para moverse, comer, pasear. "¿Qué sucede en el momento mismo del tránsito"?, le pregunta el médico a un catedrático. "Me gustaría pensar que sin la muerte todo nacimiento sería una tragedia", se responde él mismo.

Carlos Cristos no ha muerto. Sigue viviendo en un pueblo cercano a Palma de Mallorca. Según su mujer, está todavía más limitado de lo que se ve en el documental. "Va de la cama a la silla de ruedas. Hay que ayudarle a comer, a vestirse y tiene grandes dificultades para dejarse entender", asegura ella. "Sé que el tiempo que me queda es el de las renuncias sucesivas", asegura él.

Carmen Font y Carlos Cristos, en una escena del documental <i>Las alas de la vida.</i>
Carmen Font y Carlos Cristos, en una escena del documental Las alas de la vida.
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