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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Entomología de clases

Jesús Franco acuñó la denominación "cine de paleto lento" (con perdón) para identificar un modelo cinematográfico que parece haber encontrado inesperada continuidad en una de las vías más transitadas del nuevo radicalismo autoral: películas protagonizadas por actores naturales que, por lo general, se interpretan a sí mismos en el centro de limbos narrativos, envasados al vacío, donde el tiempo, como diría una canción de Os Resentidos, "pasa en braille".

En Parque Vía, el debutante Enrique Rivero -nacido en España de padres mexicanos, criado en México, cómplice de Carlos Reygadas, ayudante de dirección en La influencia (2007), de Pedro Aguilera- captura las rutinas circulares y ensimismadas de una vida encerrada entre paréntesis: la de Beto (Nolberto Coria), cuidador de una lujosa finca en venta, cuya soledad -antes trinchera frente a las inclemencias del mundo exterior que presidio laboral / existencial- se ve periódicamente interrumpida por las visitas de su amante -compañe-ra de baile por turnos en un local de mala muerte- y de la envarada propietaria de la casa. Parque Vía viene a contar el fin de ese universo en blanco rellenado por los mecánicos rituales domésticos del protagonista. El final de este microcosmos claustrofóbico que Beto transmuta en apático edén es lo que, en el último tramo de la película, introduce la narrativa en el conjunto y lo convierte en otra cosa -perturbadora, inquietante y, si se quiere, cargada de matices y/o resistente a lecturas epidér-micas- que no conviene desvelar para no neutralizar la estrategia del cineasta.

PARQUE VÍA

Dirección: Enrique Rivero.

Intérpretes: Nolberto Coria, Nancy Orozco, Tesalia Huerta, Lorena Vieyra.

Género: drama. México, 2008. Duración: 86 minutos.

Rivero abre su película con una demostración de fuerza -un plano secuencia que instala al espectador en la codificada rutina diaria de Beto-, logra que el retrato del protagonista se vaya cargando de matices, cuenta su historia con dominio del encuadre elocuente y acaba proponiendo en su banda sonora el más excéntrico uso jamás contemplado de El cant dels ocells, pero, en lo que respecta a su dirección de actores, parece confundir naturalismo con hieratismo. Cabe preguntarse qué ha acabado uniendo a un cineasta de maneras tan sofisticadas con el no actor en cuestión -que no interpreta, sino que es-. En las páginas de Cahiers du Cinéma, el crítico Jaime Pena revela algo interesante: tras subrayar que Nolberto Coria "en la vida real cuida la misma casa de la película y realiza, si no idénticas, parecidas labores cotidianas", añade que "Tesalia Huerta, que interpreta a la señora, es también en realidad la dueña de la casa y la madre de Rivero, dato en absoluto banal". En efecto, un dato nada irrelevante si uno está a punto de malinterpretar Parque Vía como un cuento negro sobre la crueldad social: en realidad, esconde un incómodo ejercicio de entomología de clases.

Nolberto Coria, en un fotograma de <i>Parque Vía.</i>
Nolberto Coria, en un fotograma de Parque Vía.
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