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Entrevista:Clint Eastwood | Director y actor | OSCAR 2007

"Hago un homenaje al hombre de la calle"

El actor y director Clint Eastwood (San Francisco, Estados Unidos, 1930) encara la presente edición de los Oscar, que se entregarán el próximo domingo, con las cuatro candidaturas obtenidas por Cartas desde Iwo Jima: película, director, guión original y sonido. Rodado en japonés y con actores japoneses, el filme se centra en la primera batalla de la II Guerra Mundial librada en el Pacífico y completa el díptico iniciado con Banderas de nuestros padres. A diferencia de esta última, en la que Eastwood describe la utilización de la guerra con fines propagandísticos, Cartas desde Iwo Jima es un filme de cine de guerra clásico que centra su mirada en una batalla concreta y en su localización, la isla de Iwo Jima.

"Mis cuatro últimos proyectos han sido difíciles de sacar adelante porque desafían los convencionalismos"
"Me importa un bledo saber quién es el número uno
"La edad media de los soldados estadounidenses era de 19 años; la de los japoneses no era diferente"
"A veces creo que el drama se trasluce mejor a través de lo que no se ve en los ojos del actor"

Pregunta. ¿En qué momento decidió escribir la batalla de Iwo Jima desde el punto de vista de los japoneses?

Respuesta. Fue durante la preparación de Banderas de nuestros padres. Teníamos reuniones durante las cuales hablábamos del guión. Mientras hablaba con Paul Haggis [guionista de Banderas de nuestros padres] y con Steven Spielberg [el productor] me pregunté qué habría sido desde el otro lado. Yo ya había ido a Iwo Jima y había estado en las playas donde desembarcaron los marines. Y, de repente, tuve una sensación de melancolía. Después fui a los túneles y a los subterráneos que cavaron los japoneses, algunos de los cuales todavía existen, especialmente el lugar en el que estaba el general Kuribayashi. Hacía tanto calor a causa del vapor geotérmico que no se podía permanecer allí más de un cuarto de hora. A continuación, busqué fuentes históricas por el lado japonés. Me enseñaron un libro de cartas del general Kuribayashi a su familia. Una correspondencia que se extendió desde finales de los años veinte, cuando estaba en Estados Unidos, hasta el momento en que se cortaron las comunicaciones entre Iwo Jima y el cuartel general. Me lo tradujeron en unos días. Le pregunté a Paul Haggis si me podía recomendar a alguien para trabajar en ello. Me presentó a una joven, una estadounidense de origen japonés, Iris Yamashita, que ya había escrito guiones, pero que no los había vendido. Hizo otras investigaciones y encontró otras fuentes, relatos de 40 años de antigüedad, documentos.

P. Banderas de nuestros padres y Cartas desde Iwo Jima tienen una estructura muy diferente. La segunda está más cerca de una película de guerra al estilo clásico. ¿Cuándo decidió esto?

R. Banderas era la historia de un enigma. La manera en que el hijo de uno de los personajes descubre la historia de su padre. Y también lo que ocurrió al margen de la batalla, esa gira por Estados Unidos para hacer que compraran bonos de guerra. La segunda película fija más bien su mirada en esta batalla en particular y en su localización [Iwo Jima], un lugar al que no precisamente apetece ir todos los fines de semana. La isla está casi desierta, desnuda, no hay agua. Tuvimos que recurrir a las playas de Islandia para reconstruir las de Iwo Jima, que son como un monumento conmemorativo para los japoneses. Cuando se está en las playas de Iwo Jima, uno se hunde varios centímetros en la arena negra... Entonces se piensa en los soldados que llevaban más de 50 kilos de pertrechos. Sobre el terreno, se entiende la elección del general Kuribayashi y su idea de enterrarse en los túneles y los subterráneos de la isla en lugar de defender las playas desde las trincheras. En la isla no hay ningún sitio donde esconderse. Los aviones la bombardeaban.

P. ¿Cree usted que la experiencia de los soldados estadounidenses fue muy distinta de la de los soldados japoneses?

R. En estas dos películas hago un homenaje al hombre de la calle. La edad media de los soldados estadounidenses era de 19 años; la de los japoneses no era muy diferente. Todo nos devuelve al absurdo de coger a personas que apenas han empezado a vivir y ponerle fin allí.

P. Su cine ama las tinieblas. A menudo, sus personajes pueden aparecer de la penumbra o desaparecer en ella.

R. Efectivamente. Pero todo depende de la situación. Esto puede producir un efecto dramático justificado. En mi juventud me impresionaron las películas en las que el trabajo del operador jefe era atrevido, en las que la luz tenía contraste, como El tercer hombre. Iban contra las normas de la época, que obligaban a poner mucha luz en los planos porque había que ver los ojos y las caras de los actores. A veces creo que el drama se trasluce mejor a través de lo que no se ve en los ojos del actor. Y si de repente algo aparece en su mirada, el impacto es más fuerte. Durante el rodaje, cada vez que Tom Stern [director de fotografía] instalaba sus luces, le pedía que me enseñara el efecto que hacía si se apagaban. Él sacaba a relucir el tema de la seguridad, pero yo le obligaba siempre a apagar el proyector. A veces rozábamos el límite de lo posible y él necesitaba que yo lo tranquilizara. Le decía que no teníamos nada que perder, ni uno ni otro, y que a lo mejor ésta era nuestra última película, y él miraba al cielo. [Tom Stern tiene 61 años; Clint Eastwood tiene 76].

P. ¿Se siente en la actualidad totalmente libre para trabajar en Hollywood?

R. Creo que he abusado un poco de su hospitalidad. En cada película digo bromeando que por esto me van a quitar mi People's Choice Award [premio que se entrega por votación del público]. Es una vida interesante que no cesa de serlo.

P. ¿Qué va a hacer interesante su vida en los próximos meses?

R. Hay que cabalgar las olas. Sé lo que voy a hacer: pasar más tiempo con mi familia. Respecto a las historias, no sé. Mis cuatro últimas películas han sido interesantes, me han permitido ir en distintas direcciones. Pero son proyectos difíciles de sacar adelante porque desafían los convencionalismos. Se me toma por loco. Me preguntan por qué quiero hacer una película sobre una boxeadora. Tengo que explicar que no es una película sobre una boxeadora, sino una historia de amor filial entre un padre y una hija. Y cuando se les explica esto a los del front office [los capitalistas de los estudios] se les ponen vidriosos los ojos. La gente me dice: "Con todo el tiempo que llevas en el oficio, ¿por qué tienes que rendir cuentas todavía?". A estas alturas, debería ser capaz de deslumbrarlos, de hacer piruetas como Gene Kelly. Pero es solamente una sensación de que la historia va a ser una buena película, algo instintivo. En la actualidad, lo único que quieren saber es la taquilla del viernes por la noche [día de estreno de las películas en Estados Unidos]. Me importa un bledo saber quién es el número uno; la película es lo que me interesa, su existencia. Hubo un tiempo en que la gente de los estudios hacía películas. Recuerdo que propuse Mystic River a un estudio, antes de que la Warner se decidiera, y una dama me contestó: "Nosotros no hacemos películas dramáticas". Y me dieron ganas de responderle: "Entonces, ¿para qué hacen películas?".

Traducción de News Clips.

Clint Eastwood, en el pasado Festival de Berlín.
Clint Eastwood, en el pasado Festival de Berlín.ASSOCIATED PRESS
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