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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Impresionante, imprescindible

En la secuencia final de este impresionante documento que es Trece entre mil, que transcurre en el mismo pueblo de Etxarri-Aranaz en que comenzó el filme, y también con los mismos protagonistas, uno de los hijos de una víctima de ETA, Jesús Ulayar, asesinado en 1979, se congratula de que en el homenaje a su padre haya varios centenares de personas, y no el puñado que asistió a los funerales de la víctima. Entre ambos hechos media un abismo, no sólo de tiempo (25 años), sino de comprensión: las víctimas han salido del pozo, parece decir Ulayar; se ha roto por fin el cerco vil, siniestro y, por qué no, fascista que condenaba por partida doble a quienes sufrían la furia homicida de ETA en sus carnes. Y a la pérdida se sumaba entonces también el silencio, la vergüenza incluso.

TRECE ENTRE MIL

Dirección: Iñaki Arterta. Intérpretes: actores no profesionales, familiares o víctimas de atentados de ETA. Género: documental, España, 2005. Duración: 90 minutos.

Ya nada es igual. Y la película de Iñaki Arteta es la primera en recordar, con una contundencia que en ocasiones, como en la entrevista a Francisco Marañón, el chófer del almirante Escrigas, que lleva 20 años pidiendo morir cada día, tal ha sido el estado de postración en que lo dejaron los etarras, que por fin estamos en otro escenario. Estamos ante un guión que por fin ha puesto las cosas en su lugar: las víctimas son víctimas y los verdugos, sencillamente asesinos.

Es difícil asistir a la contemplación de Trece entre mil sin sentir un íntimo asco, una abierta repulsa. Claro está que por lo que la película propone, el acercamiento a casi treinta familiares de víctimas de la violencia terrorista (los 13 casos que el filme recuerda en su título), a su día a día, a lo que han tenido que pasar durante este largo, siniestro calvario. Pero también por algo que es un acierto de la puesta en escena, del trabajo del cineasta. Arteta ha tenido la virtud de reconstruir también, desde viejas películas familiares, brillantes momentos de felicidad, Súper 8 llenos de vida de personas que ya no están, que alguien ha decidido que ya no estén. En ocasiones, es el propio cineasta el que filma a sus entrevistados como si fueran ellos mismos sujetos de película familiar, con el resultado de un turbador continuo entre vida que ya no está y vida que aún palpita, y que hace aún más terrible la ausencia.

Filme valiente y tremendo, excelente ejercicio narrativo y esclarecedor empeño ético, Trece entre mil da la palabra a quienes nuestro cine, por cobardía o simplemente por estulticia, ha olvidado hasta ahora mismo. Nunca es tarde; pero también es preciso recordarlo.

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