Irreflexiva posmodernidad

¿Qué puede llevar a una guapa chica, actriz aficionada, camarera a tiempo parcial, independizada en un piso que no puede pagar e hija de abogado, a terminar prostituyéndose en la noche bonaerense? Sólo el capricho de un guionista incapaz de mostrar con credibilidad el proceso de degradación de una mujer. Alejandro Chomski es el responsable de la realización y de la historia de Hoy y mañana, coproducción argentino-española que viene avalada por su participación en la sección Una cierta mirada del Festival de Cannes de 2003.
Con una bonita fotografía y una cámara al hombro que no se relaja ni un instante, quizá como reflejo del estado de nervios de una joven (y de un país) que no sabe adónde agarrarse para estabilizar su tembleque social, Hoy y mañana sólo se salva por su ágil dirección. Sin embargo, nunca se entiende la caída en el abismo de una chica que, más que ternura o lástima, lo que hace es enervar al espectador por su confusión mental. El autor no parece tener claro que conceptos como la independencia y la dignidad están directamente enfrentados con la vagancia y la estupidez.
HOY Y MAÑANA
Dirección: Alejandro Chomski. Intérpretes: Antonella Costa, Manuel Navarro, Sergio Álvarez, Romina Richi. Género: drama. Argentina, España, 2003. Duración: 87 minutos.
Heroína o niña caprichosa
Chomski trata con una infinita condescendencia a su criatura y la muestra casi como una heroína de los malos tiempos, cuando en realidad puede que no sea más que una niña caprichosa, perdida en una sociedad a la que a cada minuto está exigiendo una prestación tras otra sin ofrecer nada a cambio. La criatura modelada por el joven director argentino se muestra imperturbable ante la retahíla de sermones que recibe por doquier, ya sean familiares, laborales o sociales. Quizá injustos, pero necesarios para despertar de la modorra. Ya sabemos que la vida puede ser muy perra, pero para cambiarla a veces hay que huir del letargo existencial y arremangarse la actitud. En cambio, ante tanto bajonazo recibido, la chica (interpretada con algunos problemas de dicción por Antonella Costa) sólo está dispuesta a arriesgarse para robar en un supermercado una lata de comida para su querido gato.
En definitiva, reducir la crisis argentina a este falsario paseo por la humillación es una muestra de trivialidad, de modo que todo lo anterior termina anulando lo poco bueno de la película, pues la realización y el montaje parecen al servicio de una pose posmoderna, vacua e irreflexiva.
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