'Junebug' destapa la fragilidad de una conservadora familia sureña
El filme ha sido premiado en los festivales de Sundance y Las Palmas
En Carolina del Norte gritar es una forma típica de comunicación. Pero cuando Madeleine llega a casa de George se hace el silencio. "Creo que todas las familias son algo disfuncionales", asegura Phil Morrison, director de Junebug, su primer largometraje.
Han pasado tres años desde su última visita a casa, y George, el hijo en el que todos habían proyectado sus ambiciones, aparece con su pluscuamperfecta y reciente esposa, Madeleine. Su padre, su madre y su hermano son tres personajes grises, taciturnos e irritables que, a excepción del padre, no aceptan a la intrusa que acaba de cruzar el umbral de su casa. Sólo Ashley -interpretada por Amy Adams-, la embarazadísima novia del hermano, es capaz de recibir con los brazos abiertos a Madeleine. Es la mujer que a ella le gustaría ser: delgada, guapa, culta, viajada, sofisticada. "La necesidad de contar historias a veces ha creado estructuras familiares que no son más que un cliché. Esta familia se esfuerza por convivir, ellos no se eligieron", explica Morrison, cuyo estilo informal, vaqueros y zapatillas deportivas, contrasta con la decoración de la sala Miguel de Cervantes de la Casa de América de Madrid, cuya sede, el palacio de Linares, data del año 1900 y que responde al efectista estilo del Segundo Imperio.
Junebug se adentra en una región que rara vez visitan las películas de Hollywood, una zona que tanto Morrison como Angus MacLachlan, el guionista, conoce bien, pues se criaron en ella. "Me sentí capaz de dirigir porque era un contexto que conocía. Aunque escribir sobre algo que crees conocer te sirve para descubrir cosas nuevas. Puede dar resultados divertidos", dice Morrison. Y aclara que no es un retrato sureño, que se pueden encontrar familias así en Nueva York.
La película indie que recibió alabanzas en Sundance y por la que Amy Adams obtuvo numerosos premios -el especial del jurado en Sundance- y otras tantas candidaturas -una de ellas, a los Oscar-, el Festival Internacional de Cine de Las Palmas la distinguió con la Lady Harimaguada de Plata y la crítica estadounidense ha coincidido en las virtudes de Junebug.
Morrison rehúye hablar del éxito. "Ni yo mismo lo entiendo muy bien todavía", asegura. "No quiero pensar mucho en ello porque me envenenaría", remata. Aunque apunta un par de beneficios: ha aprendido a ponerse la pajarita que tuvo que lucir para entrar en el Palacio Kodak, y espera tener más facilidades a la hora de hacer su próxima película. Se lo tomará con calma. Volverá a rodar videoclips, volverá a trabajar en televisión y, cuando se sienta preparado, volverá a la dirección "de otra película indie". "Estoy aturdido ante tanta puerta que se me ha abierto, por eso tengo que ser cauto y abrir la adecuada".

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