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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Larsson para unos pocos

Javier Ocaña

Quizá de una forma un tanto restrictiva, la amplísima gama de lectores de la saga Millennium, el gran fenómeno editorial del último lustro, se podría dividir en tres grupos: los habituales lectores de literatura popular, de best sellers, a los que les resulta casi inevitable engancharse a los libros de Stieg Larsson; en segundo lugar, gente que hacía tiempo que no leía con regularidad, o que incluso no se había enfrentado nunca a novelas tan largas, que se acercan a la serie a través del siempre beneficioso boca-oreja; y, por último, los acostumbrados a literatura más trascendente, de prosa más elaborada, que bajan un escaloncito para encontrar en Millennium un entretenimiento más pasajero que sus recientes lecturas.

MILLENNIUM 2: LA CHICA QUE SOÑABA CON UNA CERILLA Y UN BIDÓN DE GASOLINA

Dirección: Daniel Alfredson.

Intérpretes: Michael Nyqvist, Noomi Rapace, Lena Endre, Annika Hallin.

Género: intriga. Suecia, 2009.

Duración: 124 minutos.

Entre las partes más trascendentes o las convencionales, eligen las segundas

Pues bien, estrenada la primera entrega cinematográfica de la saga (el pasado mayo), y vista esta segunda parte que hoy llega a los cines, Millennium 2: la chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, se puede afirmar que los responsables de las traslaciones han apostado sobre seguro: van a por los dos primeros grupos de lectores y obvian al tercero.

Como ya ocurría con la primera parte, traducir a dos horas de película un libro de 750 páginas obliga a una sobrehumana poda que coloca a los guionistas en la tesitura de elegir: así, entre los hilos argumentales más trascendentes y la intriga más convencional, han elegido lo segundo. Por desgracia, las habituales digresiones de La chica que soñaba... (los aspectos matemáticos de la trama, los datos periodísticos sobre la trata de blancas), de lo mejor en el estilo Larsson, han caído en la papelera. También han desaparecido desde tramas insustanciales (la operación de pechos de Lisbeth) hasta otras más básicas (la relación afectiva entre Mikael y Lisbeth, las operaciones financieras de ésta, ya multimillonaria...). Como contrapartida, el nivel general de la puesta en escena y de los aspectos más técnicos es tan estimable como en la primera entrega. Daniel Alfredson ha sustituido a Niels Arden Oplev en la dirección, y Jonas Frykberg se ha hecho cargo del guión, pero, como suele ocurrir en las grandes series americanas, escritas y realizadas por un variopinto grupo de artistas, no se nota la mano de ninguno de ellos. Desde la producción hay un trabajo de homogeneización que otorga entidad al conjunto.

Eso sí, mientras resulta obvio que la saga literaria Millennium ha arrastrado y arrastrará a riadas de público hasta la saga cinematográfica Millennium, parece improbable que los espectadores del evento que no se hayan visto seducidos por la letra de Larsson lo hagan después de haber pasado por los cines.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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