Magia demente

El cine de Santi Amodeo no se parece a nada. Y eso, en el habitualmente adocenado tiempo cinematográfico que vivimos, es ya un gran mérito. Desde que rodara el corto Bancos (1999) junto a Alberto Rodríguez (hoy asentado en solitario tras el merecido éxito de 7 vírgenes), Amodeo no ha dejado de aportar novedades con sus originales propuestas narrativas. Como esta singular Cabeza de perro, continuadora en materia formal de la excelente Astronautas (2003): la historia de un chaval que vaga por la vida con un cerebro defectuoso debido a un problema neurológico emparentado con la epilepsia.

En tono de fábula y a través de la voz en off de un narrador omnisciente, el director sevillano nos habla de la soledad y de la pérdida de la identidad en el marco de un demencial panorama social que deambula entre el pesimismo y el absurdo. Pero sobre todo nos habla de conexiones (amistosas, amorosas), ésas que le fallan al joven protagonista en su interior, pero que aspira a alcanzar por medio de la complicidad. Insólita experiencia sensorial en la que colaboran una hermosa fotografía de Álex Catalán que enciende los colores, una música del propio Amodeo que es casi un diseño sonoro, y los ya clásicos dibujos y animaciones de Miguel Brieva (también cómplices en Astronautas), Cabeza de perro posee una magia muy especial y una extraña poesía en la que se mezclan una moderna visualización y un texto entre lo profundo y lo candoroso. Por medio de continuas comparaciones, da la impresión de que Amodeo aspira a definir los problemas más profundos de la existencia por medio de la más absoluta de las ingenuidades. Quizá en algún momento su afán experimentador haga que se pierda un tanto el núcleo central de la historia, pero de cualquier forma la película conforma una de las más originales propuestas del cine español de los últimos tiempos.