Nuevas realidades

Una exposición de estos mismos días, en La Casa Encendida, espacio artístico madrileño, advierte a sus visitantes contra los lugares comunes que generalmente asociamos a la Villa y Corte. Nada de castizos y chulapas, nada de chotis y verbenas de la Paloma, vienen a decir sus responsables. El Madrid popular de hoy (pero también Barcelona, y tantas otras ciudades españolas) es otra cosa: un micro-universo con multitud de nacionalidades representadas, ritmos de toda procedencia, tiendas que venden de todo, restaurantes que para algunos resultan exóticos pero para otros son sólo los lugares donde se expenden las comidas a las que están acostumbrados.

En ese universo, con precisas acotaciones geográficas en barrios de la capital (sobre todo Lavapiés, pero también Aluche, Embajadores, Villaverde), y también en la comunidad (Alcalá de Henares), hunde su cámara la cineasta navarra Helena Taberna (su crédito anterior era la valiente Yoyes, otra peripecia con mujer protagonista), y más allá de la superficialidad de su mirada, el elemento más positivo de su propuesta es justamente el que se atreva a dar palabra e imagen públicas a mujeres que, generalmente, no tienen acceso a ellas; que, en algunos casos, llegamos a sospechar incluso que ni siquiera están en situación legal en España (¿pero a quién le importa?); que añoran, sufren, se apasionan, sueñan con mejorar su condición económica, sin renunciar, en muchos casos, a fantasear con el regreso al hogar, y en ocasiones a los hijos, que dejaron atrás.

Con testimonios de mujeres de una veintena de países de África, Asia y América Latina, Taberna va trazando retratos, un tanto esquemáticos y apresurados, todo se ha de decir, en pos de una realidad alternativa que rara vez está en los medios de comunicación. Y por ahí asoman tanto las expectativas cumplidas como los temores, la indiferencia del español y el racismo cotidiano, la confrontación entre formas de vida que aún tienen en cuenta lo comunitario y el indiferente consumismo en el que estamos inmersos.

En su deseo de dar la palabra a la mayor cantidad posible de personas (alrededor de 50), Taberna sacrifica un análisis más estructurado, con lo cual al final, y junto a la conciencia de haber visto un filme necesario, se tiene la sospecha de que sabe a poco, de que hubiera requerido más tiempo para centrar unos testimonios que, por lo menos, sirven para advertirnos sobre lo cambiante, plural, apasionante, que puede resultar nuestro urbano universo cotidiano.