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Reportaje:

Pere Portabella salda cuentas en Nueva York

El MOMA dedica un ciclo retrospectivo al cineasta y proyecta su última película

En la calle guardias y vallas anunciaban la llegada de algunos de los políticos reunidos en la Asamblea General de la ONU al MOMA de Nueva York. Dentro, Pere Portabella (Barcelona, 1929), bronceado, vestido de blanco y con blazer azul, saldaba una cuenta. El cineasta catalán presentaba Vampyr Cuadecuc, la misma película que se proyectó en este museo en enero de 1972. Entonces las autoridades franquistas le retiraron el pasaporte y Portabella se perdió forzosamente el primer desembarco de su obra en un centro de arte contemporáneo. Su mujer leyó un escrito que él había preparado y el público firmó una protesta que fue remitida al embajador español en Washington. Hoy, sus películas han visitado el Macba, el Pompidou o la Documenta de Kassel y esta reposición en Nueva York es sólo el comienzo del amplio ciclo retrospectivo que hasta el 6 de octubre le dedica este museo. En él se incluye el estreno de su última producción, Die stille vor Bach (El silencio antes de Bach), presentada en la última Mostra de Venecia y un ciclo de conferencias que hoy se celebra en el Centro Rey Juan Carlos I de la Universidad de Nueva York.

"En mis películas no hay nada que contar; o las ves o no te enteras"

Portabella es el segundo cineasta español a quien el MOMA dedica una retrospectiva. El otro fue Luis Buñuel. Pero éste no es ni mucho menos el primer encuentro que mantiene con el director aragonés -"un cazurro muy divertido"-. Fue en un ascensor de Cannes -en el festival se presentaba Los golfos, dirigida por Carlos Saura y producida por Portabella-, donde empezó una amistad que lograría traer de vuelta a España a Buñuel para rodar, y alejar al catalán de la producción. "Produje Viridiana, que ganó la Palma de Oro y me costó la expulsión como productor de los organismos oficiales de la época", recuerda.

Alejado de la narración convencional, Portabella lleva desde los años sesenta empeñado en explorar otro lenguaje cinematográfico. Desde el documento político hasta la revisión del cine de género, la forma no parece haber frenado a este director, estrecho colaborador de Joan Brossa, Joan Miró y Carles Santos. "El guión de una película normalmente se puede contar en 30 segundos, pero en las mías no hay nada que contar; o las ves o no te enteras". Siempre estuvo convencido de lo que hacía, algo que, retrospectivamente, piensa que le dio fuerza. "No me erijo como modelo, pero sí como referente de una actitud que he tomado. Puesto a recomendar, a muchos de mis colegas les diría que dejen de pensar en modelos, que se alejen de ellos".

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