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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

'Remake' torpe y vergonzante

El soldado Fanfan La Tulipe es un ajetreado personaje procedente de las tradiciones de la literatura picaresca francesa del siglo XVIII. Cuentan que, si se rastrean, hay en él rasgos biográficos arrancados de un sujeto verídico, un tipo temerario que se ganó esta buena fama en 1745, en la batalla de Fontenoy.

Pero esto es irrelevante, porque la fertilidad como materia cinematográfica del personaje está en lo que tiene de mito popular de lectura sencilla y alocada, que es lo que permitió en 1952 al solvente director artesano Christian Jaque y al genial actor Gérard Philippe reinventar la vasta (por lo visto, sus aventuras llenan tomos y más tomos) leyenda de aquel mujeriego espadachín, apretándola en un guión gracioso, sagaz y sumamente conciso.

FANFAN LA TULIPE

Director: Gérard Krawczyk. Productor: Luc Besson. Intérpretes: Vincent Pérez, Penélope Cruz, Didier Bourdon, Hèlène de Fougerolles, Michel Muller, Olivier Beriot. Francia, 2003. Género: aventura. Duración: 95 minutos.

Más información
Vincent Pérez reencarna al seductor espadachín Fanfan la Tulipe

Y en aquel divertido y luminoso acierto de escritura cinematográfica es donde la garra depredadora de la factoría de cine torpe y ampuloso que maneja Luc Besson, famoso vendedor francés de celuloide tosco y aparatoso, entró a saco y, en vez de deducir del vasto currículo de fechorías de pajar y espada de Fanfan una visión propia, se quedó, amparado en la vergonzante ley del remake, con la totalidad de la del de Gérard Philippe, en el que dicen en voz baja y con boca pequeña que este filme se inspira, cuando en realidad se apoderan de él a manos llenas, salvo en toques de modernidad que, no hace falta decirlo, son antiguallas.

Los rostros intrusos de este nuevo infame ejercicio de remake son Penélope Cruz, que tiene gracia y muestra soltura en su apoderamiento de la guapa cuartelera que creó Gina Lollobrigida; y Vincent Pérez, que se pone con demasiada alegría, y demasiado candor, a beneficiarse de la sombra leve e imperecedera de Gérard Philippe, sin darse cuenta de que algún día puede darse de bruces con el susto de un cotejo cara a cara de ambas versiones de la misma leyenda, lo que como poco llevaría a Pérez a bailar con la más fea en el baile del ridículo.

Antiaventura

Pero no son sus guapos protagonistas quienes peor parados salen de esta temeraria última aventura de Fanfan La Tulipe, producida por Luc Besson. El gran trastazo corre a cargo del director encargado de traer a esa aludida moderidad este viejo y adorable filme clásico menor, Gérard Krawczyk, que convierte a un ejercicio noble de buen ritmo, un trepidante filme de capa y espada con juegos licenciosos y un gozoso toque cínico, en un auténtico ladrillo, un memorable alarde de imprecisión y de torpeza, una antiaventura que proclama que lo mejor que podría ocurrirle es no existir, no haber sido filmada.

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