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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Réplicas imposibles

Javier Ocaña

Con los remakes hay teorías de todo tipo, aunque cada vez con más intensidad se está imponiendo, vía mercadotecnia barata, la excusa de la necesidad de acercamiento de ciertos clásicos del cine a las jóvenes generaciones. Sin embargo, se habla de "acercar" cuando, en realidad, los originales no pueden estar más cerca: a la vuelta de la esquina, en la tienda, en la Red. En realidad en pocas artes tiene sentido repetir las obras que ya no admiten mejora. Solo en el teatro o la danza, donde resulta imposible la captura de sensaciones y, como no se puede repetir lo que sintieron, por ejemplo, los espectadores del año 1947 al ver a Michael Redgrave interpretar Hamlet en el National Theater de Nueva York, hay que montarla de nuevo con alguien que se acerque a su talento. De modo que las nuevas versiones de películas irrepetibles cada vez se parecen más a lo que se puede sentir cuando se ve la estatua de la Libertad de París, la Torre Eiffel del Parque Europa de Torrejón de Ardoz o el póster del Guernica en la tienda del Museo Reina Sofía. Nada.

PERROS DE PAJA

Dirección: Rod Lurie.

Intérpretes: James Marsden, Kate Bosworth, Alexander Skarsgård, James Woods.

Género: drama. EE UU, 2011.

Duración: 110 minutos.

Perros de paja, obra maestra de Sam Peckinpah del año 1971, es una obra intocable. Porque es un producto de su tiempo, porque la pincelada cinematográfica del salvaje director es inimitable, porque la polémica que causó no se puede reeditar, porque las sensaciones creadas a través del montaje, de los encuadres y de las interpretaciones, unidas a ese áspero sentido de la ambigüedad moral que poseen personajes, trama e, incluso, visión del autor, son imposibles, ni siquiera, de vislumbrar. Rod Lurie, hasta ahora insustancial director al que solo se recuerda por el estimable thriller político Candidata al poder (2000), no ha intentado una fotocopia. Han cambiado el país (Inglaterra por el sur de Estados Unidos), la profesión del protagonista (de matemático a guionista de cine histórico) y poco más, pero ninguna de las permutas la devalúan de por sí porque el ambiente está bastante logrado, sobre todo por el mantenimiento de eso que tanto Perros de paja como Deliverance, de John Boorman, un año después, supieron retratar de modo feroz: la agreste distancia entre dos mundos (in)conciliables, el rural y el urbano, el del conservadurismo y el (presunto) progresismo, el de la sabiduría del terruño y la intelectualidad, el de la sencillez y el de la soberbia.

Eso sí, en la versión 2011 de Lurie todo es más explícito, todo está mucho más mascado, más explicado. Y, por supuesto, han desterrado la ambigüedad en la actitud de la mujer durante la famosa escena de la violación. Corren tiempos de corrección política. Esta Perros de paja no es más que una digna réplica de mercadillo. La original, en cambio, está ahí, a la vuelta de la esquina.

James Mardsen y Kate Bosworth, en <i>Perros de paja.</i>
James Mardsen y Kate Bosworth, en Perros de paja.
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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.
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