Suspense gastronómico

Filmar los preparativos para un concurso gastronómico de nivel mundial puede convertirse en un thriller de acción, en una intriga psicológica, en la mejor de las películas de suspense. Justo lo que ocurre con el aparente documental El pollo, el pez y el cangrejo real, octavo largo de José Luis López Linares, al que la tensión del concurso y la actitud de los personajes secundarios transforman en un juego de egos en el que la paciencia del protagonista, un prometedor cocinero llamado Jesús Almagro, campeón de España, adquiere incluso calidad de virtud proverbial.

El Bocuse d'Or es el premio gastronómico más prestigioso del mundo y cada dos años se celebra en Lyon una competición con más aire de partido de fútbol que de prueba artística, en la que los cánticos a favor de los equipos se mezclan con el olor a pescado. López Linares ha rodado el proceso de preparación y es ahí donde la película va adquiriendo un interés humano. Los consejos disfrazados de bronca (o quizá al revés) de algunos de sus compañeros de cocina hacia alguien que se supone un igual y la pasmosa relatividad con la que Almagro recoge dichas directrices pasan del terreno del entrenamiento al de la mismísima conmiseración. Algo que el director capta a la perfección plantando su objetivo en el cada vez más apesadumbrado protagonista. Más tarde, llegado el día de la competición, es posible que algunas de las soluciones formales de Linares no sean las más adecuadas (esos acelerados de imagen entrecortada), pero es entonces cuando el suspense comienza a ganar el partido en favor de la película. El espectador suda con cada palabra del cocinero y de su ayudante. Sobre todo cuando, a falta de apenas unos minutos para el fin del plazo para la preparación de los dos platos, se oye la frase: "¿Huele a quemado?". O cuando, en un desenlace muy español (ni aquí conseguimos superar los cuartos), el gorro del chef sufre una rotura y es el propio cámara el que busca una salvadora grapadora. Lo dicho, ni en el mejor de los thrillers.El desenlace es muy propio; ni aquí conseguimos superar los cuartos