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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tecnoporno y 'bakalao'

En un momento del abrumador clímax final de esta película, Michael Bay detiene su mirada sobre la actriz Rosie Huntington-Whiteley, mientras, al fondo, los colosales robots que definen la franquicia libran su batalla apocalíptica al ralentí. La imagen contiene la esencia del toque Bay: una mirada publicitaria -y, por tanto, lúbrica- sobre una anatomía contemplada como la carrocería de un coche tuneado último modelo, con el Apocalipsis haciendo la función de papel pintado. El reparto también aporta pistas sobre la particular poética del cineasta: mientras el blockbuster medio apuesta por el arquetipo de la buena chica / vecinita de al lado, Huntington-Whiteley encarna un modelo de belleza más digno de ser exaltado en un vídeo musical bakala que evocado en un soneto.

TRANSFORMERS 3: EL LADO OSCURO DE LA LUNA

Dirección: Michael Bay. Intérpretes: Shia LaBeouf, Rosie Huntington-Whiteley.

Género: ciencia ficción. EE UU, 2011.

Duración: 157 minutos.

En cierto sentido, Michael Bay es a Steven Spielberg lo que Calibán era a Próspero: las dos primeras entregas de Transformers (2007-09) podrían equivaler a una temporal sumisión del ruido, la furia y la narrativa fragmentaria de Bay al intento de puesta al día del espíritu de las añoradas producciones Amblin de los ochenta. En Transformers 3: el lado oscuro de la Luna, la bestia parece volver a rugir sin restricciones, amenazando con cuestionar el poder de su Próspero particular.

Confiesa este crítico haberse sentido, en su momento, alarmado por el metralla style del primer Bay para acabar rendido al poder de seducción de esas dos primeras entregas de Transformers, que electrizaban el lenguaje visual de la mitología mecha. Esta tercera entrega no es necesariamente peor que las anteriores, pero su sentido del exceso cierra un círculo y logra narcotizar la capacidad de asombro del espectador. Puede sonar a chiste acusar a la película de histérica, cuando sus predecesoras no eran precisamente ejercicios de contención, pero sí, aquí Bay se pasa tres pueblos: por ejemplo, en un inesperado arrebato de ira de Shia LaBeouf, en la caracterización del personaje encarnado por Ken Jeong (un conspiranoico desaforado) y en el subrayado de la consabida homologación entre diseño automovilístico y anatomía femenina. Quedan, eso sí, un arsenal de imágenes de enfermizo detallismo: lástima que Bay prefiera escupirlas que articularlas.

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