Triángulo isósceles
Con sus dos últimas películas, Nancy Meyers parecía haberse colocado en la cima de la clásica comedia romántica americana para públicos adultos, de color blanco y glamouroso, destinada a audiencias preferiblemente femeninas, aunque sin desdeñar al hombre, con gusto por el diálogo afilado sobre las contradicciones contemporáneas, y la compañía de la siempre eficaz epopeya mujer-conoce-hombre-pierde-hombre-recupera-hombre.
Cuando menos te lo esperas (2003) y The Holiday (2006) tenían eso tan especial que un buen día tuvieron las películas de Rob Reiner y de Nora Ephron (y que ahora no tienen): batalla de sexos, sofisticación, colorido, gracia, romance y rostros hermosos. Con No es tan fácil, a pesar de que mantiene algunas de sus constantes, Meyers resbala un tanto por la dificultad de llevar a buen puerto una premisa atractiva pero manchada por el peso del pasado: el hecho de que una mujer madura que ha visto cómo su marido acababa en brazos de alguien mucho más joven y guapa pueda recuperar el placer, años después, precisamente junto a su ex.
NO ES TAN FÁCIL
Dirección: Nancy Meyers.
Intérpretes: Meryl Streep, Alec Baldwin, Steve Martin, John Krasinski, Rita Wilson.
Género: comedia. EE UU, 2009.
Duración: 118 minutos.
Con los hijos veinteañeros como testigos, ex marido y ex mujer viven su adulterio abrazados a su propia sorpresa, pero hay dos aspectos que no cuajan. Primero, que nunca acaba de entenderse por qué dos seres tan hechos el uno para el otro fracasaron años atrás como pareja, mientras Meyers parece eludir el tema y sólo ofrece pinceladas pasajeras. Y segundo, que el personaje encargado de conformar el tercer vértice de la historia, otro hombre, también maduro, que hace dudar a nuestra protagonista sobre la conveniencia de volver a repetir errores, está tan mal trazado que convierte el triángulo amoroso en isósceles. Así, el rol de Steve Martin, acuciado también por sus dudosas dotes como galán, nunca produce la empatía necesaria como para que el espectador, al menos, dude.
No obstante, y a pesar de que a ese torrente interpretativo llamado Meryl Streep le sobran unas cuantas risas de complicidad, al menos hay que agradecerle a Meyers esa visión de la cirugía estética femenina como experiencia a medio camino entre el terror y el absurdo, desde luego poco extendida en el Hollywood de hoy.

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