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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ventanas indiscretas

Red Road, debut en la dirección de largometrajes de la británica Andrea Arnold (ganadora de un oscar en 2003 por su corto Wasp), es el primer fruto del nuevo juego de estrategia Zentropa: The Advance Party, un tríptico de películas que contará con tres directores distintos y un mismo elenco de personajes (y actores), previamente concebidos y desarrollados por Anders Thomas Jensen (guionista de Mifune y director con obra aún inédita en España) y Lone Sherbig (la directora de Italiano para principiantes y Wilbur se quiere suicidar).

Quizás el conjunto de The Advance Party proporcione al espectador un estimulante juego de conexiones y contrastes, pero, de momento, Red Road se perfila como un prometedor inicio de partida y, a pesar de sus insuficiencias y una resolución que quizá resulte difícil de tragar, revela a una cineasta excepcionalmente dotada para la exploración del desamparo urbano. Las tres fichas lanzadas por Zentropa sobre el tablero de Andrea Arnold son Jackie (Kate Dickie), empleada en el departamento de videovigilancia del Ayuntamiento de Glasgow; Clyde (Tony Curran), un ex convicto cuyo crimen inexplicado gravita sobre la trama hasta los minutos finales, y Stevie (Martin Compston), joven amigo del anterior y presumible carne de cañón para engrosar los índices ciudadanos de marginalidad.

RED ROAD

Dirección: Andrea Arnold. Intérpretes: Kate Dickie, Tony Curran, Martin Compston, Natalie Press. Género: Thriller. Gran Bretaña-Dinamarca, 2006. Duración: 113 minutos.

Con un preciso manejo del encuadre elocuente que hace pensar en la Lynne Ramsay de Ratcatcher (1999) -otra gratificante vuelta de tuerca al realismo británico-, Andrea Arnold abre Red Road con una perturbadora descripción de la vida entre paréntesis de Jackie: una soledad interconectada a los centenares de historias posibles que habitan las pantallas de su lugar de trabajo. La película cambiará dos veces de piel, merced a una dosificación casi sádica de las motivaciones de sus personajes: lo que parecía un thriller de venganza para la era de la videovigilancia dará paso a una inesperada historia de expiación.

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