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Crónica:56º Festival de San Sebastián
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un arranque fofo e inexpresivo

'The other man', protagonizada por Liam Neeson y Antonio Banderas, se antoja un mal pretexto para el homenaje del certamen al actor español

Carlos Boyero

Leo unas declaraciones de Mikel Olaciregui, director de este festival, asegurando algo tan obvio como que se pueden hacer festivales sin glamour (qué grima me da el uso abusivo de concepto tan etéreo), pero que es imposible hacerlo sin películas. No aclara si buenas o malas, pero está convencido de que en esta edición van a compaginar el cine de autor (si lo del dichoso glamour me parece cursi, lo de la autoría me provoca escalofríos, ya que ese confuso término sirve para que se apropien de él los creadores y los necios, los que tienen algo interesante que contar y los profesionales del vacío, los artistas y los impostores) con las películas destinadas al éxito comercial. Qué manía les ha dado a los espíritus sensibles y a la policía de la cultura con que la autoría como mandan las ortodoxas reglas de los comisarios progresistas está ancestralmente enfrentada al algo tan mezquino e impuro como el éxito. He tenido que hacerme viejo para comprender que los directores que más amo eran unos fenicios preocupados por eso tan bastardo de que las despreciables masas fueran a ver sus banales y deshonestas películas. O sea, mercaderes cínicos como Hitchcock, Ford, Hawks, Wilder, Lubitsch, Chaplin y Keaton. No me los imagino mirándose angustiadamente en el espejito mágico y preguntándole con coquetería: ¿Existe alguien que sea más autor que yo? Ojalá que nos inunde la comercialidad, que el personal salga del cine con expresión colectiva de felicidad, con la vergonzante sensación de sentirse abducidos y en éxtasis. Y luego que se pregunten algo tan metafísico e inaplazable como si esas maravillosas sensaciones se las ha regalado un autor o un artesano, un artista o un mercenario.

La trama, que se pretende trágica, deja indiferente o peor, da risa
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Han comenzado el festival rindiéndole tributo a Antonio Banderas, alguien que tuvo la osadía de cruzar el charco intentando hacerse famoso, rico, respetado, deseado, admirado y el muy taimado logró esas metas tan frívolas y comerciales. Algo de lo que me alegro mucho, aunque la vez que más me ha conmovido en una pantalla fuera interpretando admirablemente al desamparo con fe en Átame cuando todavía no había vendido su alma a eso tan obsceno del triunfo en el nada autoral Hollywood. Se supone que ha estado en buenas manos al trabajar con directores prestigiosos como Jonathan Demme, Neil Jordan, Brian de Palma o Robert Rodríguez, pero a excepción de su muy graciosa y vitalista creación en La máscara del zorro sigo echando de menos a aquel vigoroso y espontáneo Banderas al que Almodóvar extrajo sus esencias.

Banderas coprotagoniza con el sólido Liam Neeson The other man. La dirige Richard Eyre, señor en posesión de cierto crédito dramático por las más que aceptables Iris y Diario de un escándalo, en las que hacía un trabajo memorable esa inquietante actriz llamada Judi Dench. Esos ilusionantes antecedentes se derrumban estrepitosamente en un argumento que promete intriga, tensión, sentimientos al límite y que está desarrollado con tono fofo, impotencia expresiva, situaciones que se pretenden trágicas pero que en el mejor de los casos te dejan indiferente y en el peor te provocan risa. Sólo le encuentro una virtud y es la levedad de su metraje. Intenta hablar de las sombras que habitan en la aparentemente modélica relación de un matrimonio, de la desesperación y el estupor de un hombre enamorado al descubrir tras la muerte de su estable y transparente esposa que ésta tenía un amante, del horror al comprobar que la persona a la que crees conocer inmejorablemente era un permanente enigma e intentar bucear en las razones de la mentira y la traición para no volverse loco. Todo ello está contado de forma desvaída, sin atractivo ni profundidad, jugando en vano con presente y pasado, haciendo que te sientas como un témpano ante este derroche de pasión, pasando cantidad del atormentado viudo, la insatisfecha muerta y el buscavidas del amante. También aparecen la hija de la adúltera y su anodino novio, lo cual empeora aún más la trama. El homenaje a Banderas se merecía la proyección de una película con cuerpo y alma. Pero esto es lo que hay. O sea: nada.

Antonio Banderas, a su llegada ayer a San Sebastián.
Antonio Banderas, a su llegada ayer a San Sebastián.JESÚS URIARTE
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