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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La ética y la lágrima

Cuando una película contiene ingredientes tan delicados como a) adolescentes con enfermedad terminal; b) demandas de menores solicitando emancipación médica; c) juicios con cargamento traumático a ambos lados del estrado y d) eutanasia, todo espectador precavido puede temer un sucedáneo de telefilme de sobremesa, diseñado para masajear lacrimales con vehemencia. Si nos limitamos al gremio de la crítica, el horizonte de expectativas está condenado a enturbiarse aún más. Sería una lástima que tanta idea preconcebida impidiera ver en este sexto largometraje de Nick Cassavetes el modélico tratamiento de un material potencialmente disuasorio.

Basada en una novela de Jodi Picoult, la película explora el universo familiar de los Fitzgerald, cuya hija menor, Anne, fue concebida por sugerencia médica como donante a medida para su hermana Kate, enferma de leucemia. El motor del conflicto se activa cuando Anne -Abigail Breslin, que lleva tiempo demostrando ser mucho más que la niña de Pequeña Miss Sunshine (2006)- requiere los servicios de un abogado -Alec Baldwin, paladeando cada giro de su papel- para afirmar su independencia. Cassavetes, con su coguionista Jeremy Leven, reparte el punto de vista entre diversos narradores y logra que todos los personajes expongan sus razones, lejos de maniqueísmos y mensajes precocinados antes de que la trama se ponga en marcha. No es poco meritorio: La decisión de Anne podría ser la última palabra en películas para coloquio, porque ninguna de las posiciones en un debate esencial es desarticulada de entrada o expuesta al ridículo.

LA DECISIÓN DE ANNE

Dirección: Nick Cassavetes. Intérpretes: Cameron Diaz, Abigail Breslin.

Género: Melodrama. EE UU, 2009.

Duración: 109 minutos.

Abigail Breslin lleva tiempo demostrando que es una buena actriz

Tampoco hay que omitir debilidades: la película se ajusta sin rupturas al molde del melodrama de Hollywood y no es impermeable a sus coyunturales inercias de estilo. Sí, hay montajes esforzadamente emotivos con canciones sensibles y no se ahorra ocasión para el golpe de efecto lacrimógeno, pero hay una responsabilidad ética funcionando tras esas estrategias y, sobre todo, un puñado de extraordinarias interpretaciones.

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