La felicidad laboral

Un bocadillo de chorizo envuelto en papel de plata dice mucho más de un personaje que cualquier discurso, diálogo o descripción. Algo que demuestran saber bien las debutantes Maitena Muruzabal y Candela Figueira, que en apenas unos minutos y sin apenas diálogos dibujan la existencia, el pasado y puede que el futuro de cuatro personajes ampliamente reconocibles de la España de hoy en día. Su primera película es Nevando voy, modesta producción de inestable andamiaje formal que, a pesar de sus desperfectos, acaba imponiendo un sello de cordialidad difícil de resquebrajar.
El curro puro y duro, más allá de propósitos y ambiciones: meter en cajas cadenas para ruedas. El trabajo centra la historia de una película narrada con la estructura típica de las comedias románticas, que se podría definir como el ascenso, caída y redención de una relación laboral a cuatro bandas. Muruzabal y Figueira se agarran a la repetición de acciones para lograr mostrar, en el tercio inicial, la rutina diaria. Pero el amor, en este caso profesional, va surgiendo, y los iniciales recelos dan paso a la complicidad, al gusto por las ocho horas de trabajo, ya caigan chuzos de punta.
NEVANDO VOY
Dirección: Maitena Muruzabal, Candela Figueira.
Intérpretes: Laura de Pedro, Javier Latorre, Xabi Yárnoz, Asun Aguinaco.
Género: comedia. España, 2008.
Duración: 99 minutos.
Sin embargo, a las directoras les pierde un desmedido amor por sus personajes, y no controlan demasiado las dosis de azúcar, con momentos (todos en los que la canción que da título a la película, Nevando voy, aparece) que se sitúan en el alambre del ridículo, lo que, unido a los desajustes en las interpretaciones, lleva a que su diatriba en favor de la calidad humana en las relaciones laborales caiga en cierta ingenuidad relacionada con el amateurismo.

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