Sin golpes bajos

El tema de la inocencia enfrentada a la muerte proporciona un resorte melodramático tan eficaz como propenso al golpe bajo. No obstante, este casi subgénero ha generado recientes heterodoxias como Vivir para siempre, de Gustavo Ron, con sus inesperados toques (tim)burtonianos, o la muy excéntrica Cartas a Dios, de Eric Emmanuel Schmitt, única película capaz de conciliar lucha libre femenina, fe católica y música de Michel Legrand. El vuelo del tren, debut de Paco Torres, juega en otra liga, pero también evita los mayores peligros de su punto de partida y revela a un cineasta con acusado estilo.

La película deriva, en sus personajes marginales, hacia el lirismo fatuo y la inverosimilitud -¡esos mendigos que citan a Jimmy Corrigan!-, pero su meditada puesta en escena y la extraordinaria fotografía de Juan Carlos Ausín logran que la aparente película imperfecta se convierta en la promesa sólida de una estimulante sensibilidad en construcción.