Los pecados de los padres
En su excelente estudio sobre el cine de terror moderno Nightmare movies, el crítico británico Kim Newman señalaba que la eclosión de películas de licántropos a principios de los ochenta no era fenómeno que pudiese ser atribuido al zeitgeist, sino a algo, en principio, más prosaico: el desarrollo de las nuevas técnicas de efectos especiales de maquillaje, que, por fin, permitían mostrar una transformación en tiempo real (y con todo lujo de orgánicos detalles). Que Joe Johnston decida refundar el mito del hombre lobo con esta película, protagonizada por un entregado Benicio del Toro, tampoco tiene que ver con el zeitgeist, sino con la rentable tendencia de resucitar viejas mitologías a través del baño de gravedad y grandilocuencia. El hombre lobo no pertenece, así, a la misma familia que el Sherlock Holmes de Guy Ritchie, sino a la de aquel Drácula de Bram Stoker que propuso, hace unas décadas, un Francis Ford Coppola pertrechado de un mayor atrevimiento estilístico que el que se permite Johnston.
EL HOMBRE LOBO
Dirección: Joe Johnston. Intérpretes: Benicio del Toro, Anthony Hopkins, Emily Blunt.
Género: terror. Estados Unidos-Gran Bretaña, 2010. Duración: 125 minutos.
Hay un punto de contacto entre esas películas de hombres lobo de los ochenta y la presente: la figura de Rick Baker, maquillador estrella -y, probablemente, el único autor en juego en este proyecto-, que aquí depura su técnica e integra su arte en un conjunto que subraya la condición del licántropo como mito trágico-romántico, sin distancia irónica ni intoxicaciones tonales.
Dentro del imaginario monstruoso del terror clásico, el hombre lobo es, probablemente, el arquetipo menos capacitado para erigirse en metáfora de ansiedades concretas y miedos colectivos. La película de Joe Johnston lo utiliza para levantar un melodrama lúgubre sobre los pecados de los padres y la condición trágica del hijo pródigo. Benicio del Toro, Anthony Hopkins, Hugo Weaving y Emily Blunt, todos con parejos porcentajes de convicción, no parecen estar canalizando el célebre clásico (menor) de la Universal, dirigido por George Waggner en 1941, sino un vendaval de turbulencias del alma que se diría emergido, directamente, de las Obras completas de las hermanas Brontë.
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