Una película bosnia
La reciente polémica generada por el tránsito festivalero de A serbian film, de Srdjan Spasojevic -controversia que ha tenido su pintoresca guinda en la invocación de la censura por parte de voces progresistas-, ha dejado de lado el que quizá sea el gran tema subterráneo de todo el asunto: el último paradigma de película peligrosa es el símbolo de un trauma colectivo demasiado cercano... en el tiempo y el espacio. Un trauma que una película tan distinta en sus formas como En el camino, de Jasmila Zbanic, la directora que debutó con Grbavica, el secreto de Esma (2006), también intenta exorcizar por otros medios. Desde la otra orilla, por decirlo de algún modo.
En el camino es la crónica de una dolorosa deriva íntima y universal -la imparable desintegración de una pareja-, pero lo que la hace especialmente valiosa es el modo en que el contexto aporta sus interesantes modulaciones particulares: el motor de la transformación del personaje masculino es el perverso complejo de culpa de la población musulmana por el genocidio que los victimizó. Zbanic juega así con una idea inasumible: la justificación del verdugo por parte de una comunidad victimizada que acaba pensando en la brutalidad -en el exterminio, en suma- como castigo merecido.
EN EL CAMINO
Dirección: Jasmila Zbanic.
Intérpretes: Leon Lucev, Zrinka Cvitesic, Mirjana Karanovic, Ermin Bravo, Marija Köhn.
Género: drama. Bosnia, 2009.
Duración: 100 minutos.
Si algo se puede reprochar a la película de Jasmila Zbanic es la sospecha que deja en el espectador de haber impuesto su tesis apriorística sobre la respiración natural de sus personajes: solo así puede entenderse que la figura de Amar (Leon Lucev) sea condenada, a partir de un determinado punto de la narración, a no ser más que un abducido sin matices, mientras su compañera Luna (Zrinka Cvitesic) goza del privilegio de ser un personaje completo y cargado de sutilezas hasta el desenlace. En el camino se reserva sus mejores golpes de efecto en las secuencias ambientadas en un campamento wahabí, terreno de cultivo del fanatismo presidido por la aquí muy inquietante Mirjana Karanovic, una actriz de la escudería Kusturica que también hemos podido ver en Grbavica y El polvorín.
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