La princesa y el guisante

La acción se desarrolla en la campiña francesa, pero bien podría ser cualquier lugar de la Europa Occidental actual, o incluso del Oeste americano de los pioneros. Un hombre solo (éste, con la mujer recién fallecida) necesita a una mujer a su lado, no sólo para compartir afectos, sino sobre todo para que le ayude en tareas tan marcianas como poner una lavadora o cocinar algo potable que no venga metido en una lata. Así, las caravanas de mujeres han evolucionado hacia los chats por Internet o las agencias matrimoniales internacionales. Eres muy guapo, comedia romántica dirigida por Isabelle Mergault, veterana actriz francesa que debuta tras la cámara, se ocupa de uno de estos casos con un clamoroso afán de simpatía, aunque quizá con un exceso de condescendencia con algunas de las actitudes masculinas.
ERES MUY GUAPO
Dirección: Isabelle Mergault. Intérpretes: Michel Blanc, Medeea Marinescu, Wladimir Yordanoff, Benoit Turjman. Género: comedia romántica. Francia, 2005. Duración: 97 minutos.
En determinados momentos, el personaje protagonista, un granjero con talante de animal de bellota, se hace demasiado antipático para que posteriormente la redención final lleve al espectador hasta la confraternización. De hecho, hay pasajes en los que uno casi desea que la guapa y simpática rumana que ha elegido el obtuso patán como próxima esposa regrese a su país o se enamore de otro francés menos torpe, para que así el protagonista termine en una merecidísima y bien ganada soledad.
Precisamente, en esa torpeza para las relaciones sociales, en ese desmañado deambular por los caminos del afecto se basa la comicidad de Eres muy guapo (el título hace referencia a la frase con la que culminan siempre las entrevistas las aspirantes a esposa procedentes de la Europa del Este). Y ahí, de nuevo, la película se muestra tan afable como irregular. Junto a algún momento de apreciable originalidad, sobre todo en el tratamiento de los personajes secundarios, el guión, obra también de Mergault, incluye chistes de una ridícula antigüedad: "No hace falta que le grite, que podrá ser extranjera y rumana, pero no sorda". Aun así, y a pesar de todos los defectos, la cordialidad acaba imponiéndose gracias a la empatía que produce el personaje de la chica, interpretado con una luminosa sonrisa por la desconocida Medeea Marinescu.
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