A salto de mata

Tiene los peores defectos de las coproducciones internacionales que quieren llegar a todo el mundo y no gustan a nadie. Y las peores taras de las historias que deben abarcar un largo arco de tiempo y van dando saltos y saltos sin detenerse apenas en nada. Savage Grace, dirigida por el estadounidense Tom Kalin, protagonizada por Julianne Moore, y rodada en su mayoría en España (con financiación y la participación de intérpretes como Elena Anaya, Unax Ugalde y Belén Rueda), constituye un inexplicable fracaso de adaptación.

Basada en hechos reales, y en la novela de Natalie Robbins, la película es un drama familiar de toque incestuoso y presunto atrevimiento sexual, en la que apenas se entiende un ápice. Los personajes entran y salen de la trama por puro capricho, las actitudes de aquéllos son particularmente incomprensibles y lo poco que logra captarse es gracias a (o por culpa de) una continua voz en off que arroja algo de luz sobre los sucesivos acontecimientos. Es decir, el anticine. Todo ello con un metraje que apenas llega a la hora y media, en una época en la que no tiene esa duración ni la peor de las chorradas sin fuste.

¿Es éste el montaje original o se ha tenido que cortar? ¿Por qué, cuando la trama demandaba al menos media hora más? Kalin, que había debutado en 1992 con la atractiva Swoon (basada en el mismo caso real de asesinato por divertimento de las portentosas La soga, de Alfred Hitchcock, e Impulso criminal, de Richard Fleischer), se ha dedicado desde entonces a la producción y al cortometraje. Su regreso a la dirección de largos no puede ser más descorazonador.