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Tribuna
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Recuerdo de Finki Araquistain

En Ginebra, donde residió casi la mitad de su vida -o sin casi, pues era funcionario de la OIT-, acaba de fallecer de forma brutal e inesperada Ramón Araquistain y Graa Finkie para su legión de amigos, compañero del alma de tantísimos hombres y mujeres que le conocieron a lo largo de su vida, no por breve menos agitada.Finki era hijo de Luis Araquistain, aquel grandísimo intelectual socialista española. Yo -que fui su amigo muchísimo tiempo- nunca supe muy bien de qué pie político cojeaba Finki. Pienso que su feroz independencia hispano-suiza (su madre era suiza, de Saanen, en el corazón del cantón de Berna) le hacía inmune a cualquier dogmatismo partidista y que sus amigos los elegía -sobre todo- en función de unas calidades humanas que le eran a él mismo inherentes. ¡Por fin doy con la palabra! Humano, humanísimo, era Finki Araquistain.

¿Cómo definir de otra forma a aquel hombre cordial, generoso, alegre, que se reía de dictaduras y de dogmatismos? Nunca mejor aplicada la tópica frase de «vengan de donde vengan». Para Finki Araquistain nunca existieron ni «rojos» ni «fascistas». Existían seres humanos y punto. Nada más. ,Era, sencillamente, un demócrata sereno y templado. Por eso, en tiempos pasados, pero cercanos, fue un gran «cohesionador» de personas, un gran «amalgamador» de posturas y de voluntades, un personaje ejemplar, en suma. Lo que no impidió nunca que su admiración (bien justificada, por cierto) por aquel espléndido personaje que fue su padre, Luis, se rebajase un ápice. Como -estoy seguro- nunca dejó de ser fiel a lo que tenía que ser por historia y por herencia. Pero, repito, sin dogmatismos ni virulencias. Al contrario, con el ferviente deseo de tantos españoles ( y él fue siempre, antes que nada, español) de borrar heridas, de olvidar desdichas comunes y de predicar la concordia.

Recuerdo aún con emoción -con toda esta emoción que me figuro que se trasluce ahora en las presentes líneas- el día aquel en que se fundieron en el apretado abrazo de la reconciliación su padre y el mío. Era en mi lejano hogar ginebrino, y Luis y Víctor de la Serna , los dos viejos camaradas de El Sol, se abrazaron. largamente después de tantos años de incomunicación politica y personal. Se acabó la guerra civil. Como se había acabado ya entre él y sus amigos. Como nunca habla existido entre él y sus viejos compañeros del madrileño Instituto Escuela. Algún día nos explicará la Viuda de Finki, Bárbara, una joven alemana, con la que se había casado hace apenas diez años, en qué .consiste exactamente el tesoro bibliográfico y artístico que Ramón Araquistain ha dejado. Entre él figurará probablemente la que fue portentosa biblioteca de su padre. Más de 40.000 volúmenes coleccionados en el largo y modesto exilio londinense y ginebrino de Luis. En esa colección figuran algunos textos increíbles y valiosísimos. Por ejemplo: una serie de más de trescientos volúmenes sobre la lengua vascuence (Curiosamente debidos, en su mayoría, a plumas de padres jesuitas), así como una colección muy importante de tratados de tauromaquia, casi todos publicados en el siglo XIX; Por no hablar de incunables y de otras joyas bibliográficas, como un ejemplar de la Biblia de Ferrara, y una cosmonógrafía española de finales del siglo XV.

Aparte de esta valiosa biblioteca, el propio Finki había incorporado al acervo cultural una colección igualmente portentosa de tejidos precolombinos y de «huacos» peruanos. Precisamente la misma colección que figuró en el pabellón peruano de la Exposición de Sevilla, en 1929, y que Finki había recuperado pacientemente en París, después de la segunda guerra mundial. Estas colecciones fueron hechas a lo largo de muchos años.

¿Qué pasará con todo ello? Sé que Finki soñaba con que sus coleccines vinieran a España algún día.

¿Habrá alguna fundación privada que se interese en ello? Dios lo quiera.

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