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Crítica:DANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Espléndido debú del Ballet Clásico de Zaragoza

María de Avila es poco conocida del gran público porque hace más de treinta años que dejó de bailar -era entonces primera bailarina del Ballet del Liceo de Barcelona-, pero entre los profesionales de la danza, dentro y fuera de este país, su prestigio no ha hecho más que crecer durante todo este tiempo en que ha estado dedicada a la enseñanza de la danza académica en Zaragoza.Ahora María de Avila se ha decidido a dar un paso más en su larga carrera como maestra y pedagoga y ha formado una compañía propia de ballet clásico, que se presentó al público en la noche del sábado en el teatro Principal de aquella ciudad, en el marco de los Festivales de Goya que Aragón está celebrando este mes.

BALLET CLASICO DE ZARAGOZA

Coreografías de María de Avila y Cristina Miñana, sobre música de F. Mendelssohn, J. Brahms, D. F. E. Auber, R. Drigo, P. Chaikovski y M. Ravel. Iluminación: Federico Gerlache. Figurines: Mariano Cariñena y Curro Fernández. Subdirectora: Cristina Miñana. Dirección: María de Avila. Teatro Principal de Zaragoza, sábado, 4 de septiembre de 1982.

Traspasado el umbral

Sus seguidores locales y los muchos aficionados que habían ido a Zaragoza para la ocasión tenían fundadas razones para suponer que el producto sería, en todo caso, estimable y digno. Lo que no se podía sospechar es que, con un grupo de dieciocho bailarines que apenas han traspasado el umbral del profesionalismo y, en algún caso, el de la adolescencia, con un raquítico apoyo financiero de las corporaciones locales y una enorme incertidumbre sobre las posibilidades económicas de continuidad de la compañía, más allá de la gira por Aragón prevista para los próximos días, María de Avila presentara al público un espectáculo y un grupo de ballet clásico que, desde ahora, puede calificarse de espléndido.Un programa esencialmente concebido para desplegar ante el público a la compañía -pero que incluía también coreografías originales atractivas, como la montada sobre la Serenata para cuerdas, de Chaikovski, de la propia María de Avila, o la del Concierto para la mano izquierda, de Ravel, de la subdirectora del conjunto, Cristina Miñana- sirvió al propósito fundamental de no dejar la menor sombra de una duda respecto del nivel técnico y artístico de los bailarines, que por momentos mueve al asombro, y de la seriedad de los planteamientos y del trabajo de este nuevo grupo de danza, que es la mejor noticia que ha surgido en el mundo del ballet en España desde que, en 1978, se creara el Ballet Nacional Clásico, y cuya dirección recayó, como por casualidad, sobre uno de los primeros discípulos de María de Avila, Víctor Ullate.

Una escuela impecable

Los jovencísimos chicos y chicas del Ballet Clásico de Zaragoza tienen una escuela impecable, con una colocación y una técnica de base tan racional -y, en ese sentido, tan pura, porque el ballet clásico es, antes que nada, la aplicación del racionalismo francés al cuerpo humano- que les permite afrontar las dificultades, numerosísimas, de este primer programa con un aplomo y una falta de afectación notables. Lo que, por razones estrictamente de edad, les falta a los bailarines en expresión queda sobradamente compensado por la manera- directa, casi temeraria y desarmante, con que atacan las mayores complejidades técnicas, como si no sospecharan siquiera que existe la trampa ni el cartón, como si hacerlo todo doble y terminar en equilibrio fuera, por su educación, algo tan elemental como llevar las manos limpias o pedir las cosas por favor.Las mejores virtudes del conjunto se destacan y ejemplifican, como en todos los ballets del mundo, en sus solistas que, si bien por su extrema juventud no deben ser juzgados como bailarines pulidos, sí pueden serlo en función de su formación técnica y su potencial de artistas. Trinidad García Sevillano, que bailó su parte del técnicamente durísimo paso a dos de El Corsario, de Petipa, destaca por sus facultades y la claridad de su movimiento; y con Arantxa Argüelles, más joven aún, y Marta Charfolé encabezan el grupo de doce chicas. Entre los chicos, menos numerosos, pero cuyo nivel no se distancia apenas del de sus compañeras, Antonio Castilla consiguió la proeza de hacer un Corsario elegante y sobrio.

Otras citas con el ballet

En estos Primeros Festivales de Goya en que se ha presentado el Ballet Clásico de Zaragoza, se anuncian nuevas sesiones de ballet en una Gala Internacional de Danza, que se celebrará en el Teatro Fleta de Zaragoza, y en la que intervendrán las estrellas de la Opera de Paris, la Scala de Milán, la Opera de Munich y el Ballet del Siglo XX de Maurice Béjart.

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