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Columna
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Apostatar en tiempos de Franco

Una semblanza de Amparo Rubiales con motivo de la aparición del libro 'Mujer de mujeres'

A muchos les parecerá inverosímil, pero así era: casarse por lo civil -por lo criminal decíamos, dado que se veía casi como un delito- hasta bien entrados los años 70 exigía una apostasía previa. Y no era fácil apostatar, créanme, llevar esa marca costaba lo suyo, quizá no tanto como la letra escarlata, pero, por favor, hablamos de tiempos distintos, éste, el de la obligación a renunciar públicamente de la fe cristiana, aunque no se tuviera, para casarse por lo civil, está a la vuelta de la esquina, digamos que se toca con la mano.

Vamos a ponernos en situación para entender mejor el recado: supongan que hablamos de una joven que vivía en una ciudad de provincias -aunque fuera la más hermosa del mundo, eso no se cuestiona- hija de juez, adscrita al grupo social que de no escandalizar amasaba su pan de cada día y cuya norma para las hijas casaderas era que se casaran llegado el momento, sin cuestionar el mundo ni sus alrededores, y que dieran niños rubios a la sociedad, que siempre han quedado más finos y decorativos. Pero en el caso que les cuento no fue así: la señorita salió señora, se confirmó a sí misma dueña de sus actos, fue a la universidad, sacó las mejores notas en derecho, hizo teatro independiente, militó comunista, que era el dragón más fiero, apostató, ya estaba dicho, tuvo hijos, se puso minifalda, hizo las revoluciones posibles y hasta tuvo tiempo de ser feliz en medio del enjambre de prejuicios que era vivir antes. Incluso ahora, cuando todavía hay más desniveles que escaleras y más trampas que conciencia de que estamos rodeadas y lo que nos queda, amigas.

Más información
Entre todas las mujeres
Capítulo XI de 'Mujer de mujeres'

Hablo de Amparo Rubiales, una mujer de mujeres, según se define a sí misma, un ser humano que se ha metido en todos los charcos porque vivir es eso, que ha actuado en lugar de dejar que otros lo hicieran por ella, que nunca ha retirado el hombro y siempre ha puesto unas gotas más de pasión de lo que establecen las normas. Por eso a veces ha sido molesta para ciertas organizaciones u organizados, y por tener la voz recia y el gesto afirmativo ha metido miedo a algunos, pero no es el coco, sólo va armada de razones, lleva la réplica a punto porque sabe de qué habla y se ha especializado en no callar ni debajo del agua. Lean el libro y verán.

Pese a que Amparo Rubiales es una mujer joven, ha cruzado buena parte del siglo militando en la causa más hermosa: la libertad. Para ella, para los demás, para las demás. Recorrer su vida es seguir, minuto a minuto, la historia de la emancipación de la mujer en España, desde la dictadura hasta hoy, desde la clandestinidad al Consejo de Estado y que no falten otras conquistas. Quizá no nació para militar siempre, pero no pudo, por temperamento e ideología, escurrir el bulto, y de niña buena pasó a ser piedra de escándalo y de emancipada a abuela dulce y preocupada, eso sí, con bufete y muchos viajes de ida y vuelta. Siempre ella, no bandera, ni símbolo, ni leyenda, simplemente optó por cambiar modos, usos y leyes, pudo hacerlo y lo hizo. Juro que no hablo de una heroína de libro, qué horror, casi siempre ajenas a la humanidad femenina, hablo de una persona que podemos ver por la mañana en televisión, en el libro que se presenta o cruzárnosla por la calle, pero con su coraje y trabajo ha sido decisiva para que la vida de las mujeres de hoy no fuera como las de nuestras madres. Por la sencilla razón de que nuestras madres tuvieron que repetir un papel que no eligieron, que les impusieron, y nosotras hemos tomado decisiones porque algunas rompieron moldes y, además, cambiaron marcos legales. Sí señor: las mejores, que pasen primero. Amparo es una de ellas. Y su libro, un espejo en el que nos vemos a nosotras mismas, con todas nuestras dudas y perplejidades. También con la indómita voluntad de hacer de esta cosa que llamamos vida, algo más igualitario, o sea, más justo. Para todos claro, pero siempre pensando en ellas. Mujer de mujeres. No está mal ¿verdad?

Pilar del Río es periodista y traductora del escritor José Saramago

La política y escritora Amparo Rubiales
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