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El estreno barcelonés del 'Vade retro', de Fermín Cabal

El Ayuntamiento de Barcelona se ha traído una producción del Centro Dramático Nacional para inaugurar la temporada municipal del Poliorama. Para empezar, empiezan bien: ni se trata de una creación o de una producción propia, ni se trata de un texto de aquí -y no es que yo tenga nada contra los textos que nos llegan de Madrid, pero considero que el ayuntamiento barcelonés debía haber abierto su teatro municipal con un texto catalán, o castellano, de aquí-, ni, para colmo, se trata de un texto importante.Vade retro! es una obrita de curas, bien dibujada, bien escrita, con su pizca de humor y poca cosa más. Teatro de autor novel, que recuerda algunos sainetes y comedietas realistas, del teatro realista español, de finales de los cincuenta o principios de los sesenta, pero sin que sobre ellas planee el fantasma del difunto Arias Salgado o del con Fraga, hasta la braga.

Dicho de otra manera: a mí me divierte muy poco saber que el padre Lucas se cepilla a una maestra del colegio San Eulogio, o si el padre Abilio se lo pasó en grande cuanto tuvo que sacrificarse, pobrecito, y desflorar a la virgen indígena para no terminar en el puchero del Mau-mau. Todas esas historias de curas sin tropezones que alegren la cosa y me calienten el estómago, francamente, me resbalan, y sigo pensando que un teatro municipal barcelonés y un Centro Dramático Nacional deberían picar más alto.

Otra cosa es el espectáculo: López Vázquez y Ovidi Montllor, eso sí que es un cartel. Y el ayuntamiento lo sabe, y juega descaradamente la carta. Parece como si aquí lo único que interesa es llenar el teatro. Y lo van a llenar. Porque López Vázquez, amén de tener su público, realiza en esta obra una demostración de eso que los franceses llaman cabotinage (término intraducible) de mucha envergadura.

Y eso, por desgracia, gusta. A eso, al pasarse, al dar un tic -y una docena- por un acierto, al dar gato por liebre, a eso se le llama hoy hacer una creación. López Vázquez, que es un gran actor, un actor como la copa de un pino, salva -y enriquece, claro, pero primero salva- al padre Abilio de Cabal, pero, a la postre, termina por resultar un tanto empalagoso.

Me habían dicho que en Madrid López Vázquez se merendaba a Ovidi Montllor. Pues aquí eso no sucede. Más aún, dejando a un lado la gracia indiscutible que derrocha López Vázquez en determinados momentos, su talento en la composición del personaje del padre Abilio, encontré que Ovidi ser vía mejor, en conjunto, a su personaje que López Vázquez al suyo.

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