Violencia gratuita en Alcatraz

Siguiendo la misma política implantada en Estados Unidos, desde hace algunos años en España se estrenan en pleno verano algunas producciones norteamericanas de acción, realizadas con más dinero que imaginación, pero protagonizadas por actores muy conocidos y apoyadas por unas enormes campañas de publicidad y una distribución masiva. Uno de los casos más típicos en esta estación es La roca, que además pertenece a ese cada vez más amplio subgénero de películas que basa su posible atractivo en generar la mayor cantidad posible de violencia gratuita en torno a una situación única.En esta ocasión el punto de partida es un brillante y enloquecido general que, enfadado con el Gobierno de Estados Unidos por lo mal que ha tratado a sus hombres muertos en combate, se apodera de la antigua prisión de Alcatraz con 81 rehenes y 16 misiles cargados con un terrible gas letal, y amenaza con destruir San Francisco si no le entregan 100 millones de dólares en 48 horas.

El problema de este tipo de películas es que, una vez expuesta la siempre muy similar situación inicial, la historia dramáticamente no sufre el menor avance, su desarrollo es idéntico en todas las ocasiones y el final el que era de esperar. Por lo que su muy discutible y remoto atractivo reside en la violencia desarrollada por unos y por otros para conseguir sus objetivos.

Especial torpeza

Sin embargo, La roca se sitúa entre las menos lucidas producciones de este siempre poco aliciente subgénero al estar rodada con especial torpeza por Michael Bay, uno de los peores directores norteamericanos actuales, puesto para el que cada vez hay una mayor competencia. Tal como ya demostró en Dos policías rebeldes (1995), su primera y anterior película, rueda con una considerable vulgaridad, se defiende malamente en las escenas de diálogo y es incapaz de hacer comprensible las de acción al entremezclar de cualquier manera gran cantidad de primeros planos de personas y objetos y subir la música al máximo.Al igual que todas las películas de este subgénero, La roca se defiende por la sólida apariencia de sus actores, que son capaces de hacer creíbles las más disparatadas y mal expuestas situaciones. En esta ocasión destaca Sean Connery, que da vida a un peculiar viejo espía inglés, el único personaje con un mínimo de originalidad, frente a Nicolas Cage, que encarna a un químico a punto de ser padre, y a Ed Harris, que interpreta al malvado general, el personaje más ingrato por ser el más de una pieza, el más cargado de tópicos.