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La décima sinfonía de Beethoven no existe, dicen los expertos

La Joven Orquesta interpretó en El Escorial la reconstrucción realizada por Barry Cooper

Andrés Fernández Rubio

El estudioso y compositor británico Barry Cooper hizo lo que pudo ayer en los cursos de verano de El Escorial para justificar la reconstrucción de 14 minutos que ha realizado del primer tiempo de la supuesta Décima sinfonía de Beethoven. Dio datos y fechas, se valió de citas, de notas y de un piano. Su aspecto de erudito aportaba a su argumentación una apariencia de solidez. Y sin embargo, cuando Cooper hubo terminado comenzaron a oírse opiniones contrarias: "Flaco favor le hacemos a Beethoven si vamos diciendo por ahí que esto es su décima sinfonía", dijo el compositor Carmelo Bernaola refiriéndose al trabajo de Cooper, que la Joven Orquesta Nacional de España (JONDE) presentó el miércoles en España.

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La opinión resultante de la mesa redonda celebrada ayer fue que la décima sinfonía de Beethoven no existe. Horas antes, en el teatro de El Escorial, la JONDE había interpretado la reconstrucción de su primer tiempo, realizada por Barry Cooper a partir de unos 350 compases procedentes de cuatro fuentes distintas, de los cuales sólo 250 pertenecen al primer movimiento.La obra reconstruida por Cooper se estrenó en Gran Bretaña el pasado verano, y en la polémica posterior destacaron las opiniones en contra sobre las favorables. Por eso, cuando ayer escuchaba los educados pero en el fondo tronantes reproches de Carmelo Bernaola, del flautista y crítico Álvaro Marías y del crítico Antonio Iglesias, Barry Cooper ponía una expresión como ausente.

"La obra que hemos escuchado a la JONDE es de Cooper, no de Beethoven", comenzó diciendo Bernaola. "Los temas dicen poco en una composición, porque una composición es un conjunto de relaciones personal e intransferible. Por eso, no nos interesa qué hubiera podido ser la décima sinfonía de Bcethoven a partir de algunos temas. Sí nos podría interesar un libro que aportase conocimientos sobre el proceso creativo de esos temas musicales por parte del compositor. Pero extraer una obra de ellos me parece un trabajo, además de imposible, inútil. Eso no es la décima sinfonía de Beethoven. No nos sirve para nada".

Álvaro Marías, después de identificarse con lo dicho por Carmelo Bernaola, insistió: "Lo fundamental en una obra es su arquitectura, y lo que conservamos de la décima sinfonía de Beethoven es una larga serie de esbozos de material temático. Eso, no es nada".

Marías, en otro momento, se refirió a la necrofilia que existe en nuestro tiempo con respecto a los compositores clásicos y a sus obras. Esa mirada malsana al pasado pone en evidencia, en su opinión, un desinterés evidente y una falta de compromiso de amplios sectores del público "hacia la música de nuestro tiempo". Marías aseguró que la obra de Cooper no va a modificar en nada "el panorama perfecto de las nueve sinfonías", y, al igual que Antonio Iglesias y que Bernaola, calificó la reconstrucción de Cooper como "curiosidad".

Respondiendo a las intervenciones críticas de sus colegas Cooper se mostró de acuerdo con ellos en la imposibilidad de recrear lo que hubiese podido construir Beethoven a partir de los esbozos temáticos. "Por ello", dijo, "no creo que deba llamarse a mi trabajo Décima sinfonía de Beethoven, sino Décima sinfonía de Beethoven arreglada y completada por Cooper. Este es el título que he puesto a la obra y el que debiera haber figurado en el programa".

Dinosaurio musical

Cooper relacionó su labor con la de un paleontólogo que es capaz de reconstruir un dinosaurio con unos cuantos huesos. De esta manera, el público no especialista puede hacerse una idea, a partir de unos pocos elementos, de cómo era el esqueleto del animal.

"Si hubiese escrito sólo un libro sobre la décima sinfonía", dijo, "iría dirigido a musicólogos, no al gran público, y lo que he pretendido es dar la oportunidad al público de saber cómo hubiese podido sonar esa obra".

Proceso complejo

En su intervención previa al debate con otros especialistas, ayer en El Escorial, Barry Cooper intentó demostrar que un número significativo de apuntes de Beethoven estaban destinados a la décima sinfonía, y trató de justificar los 14 minutos que ha extraido a partir de 350 compases.Las dificultades del proceso las ejemplificó Cooper diciendo que en una de las partituras con las que trabajó, correspondiente a una marcha, había apuntes de la novena sinfonía y fragmentos de la décima. Se refirió a la complicada escritura musical beethoveniana: "Generalmente no ponía títulos, o claves, o firmas, y las cabezas de las notas son muchas veces casi irreconocibles".

La reconstrucción del primer movimiento de la décima sinfonía fue muy compleja, según indicó Cooper, ya que ningún fragmento era de más de 30 compases seguidos. De todas formas, la calidad de los fragmentos fue su principal motivación, y el resultado ofrece, según Cooper, varias ventajas: "permite al público saber lo que tenía en mente Beethoven; añade una nueva obra al repertorio; evalúa qué proporción del movimiento escribió realmente; trae nueva luz sobre los fragmentos, y éstos pueden escucharse en un contexto".

Cooper data las primeras ideas para la décima sinfonía en 1812, aunque los apuntes que ha utilizado son en su mayoría del período 1822-1825. Dijo que Beethoven no terminó la obra porque no se la encargaron. Por la novena había cobrado 500 florines, y, en esos momentos, prefería escribir cuartetos, por los que le pagaban 360.

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