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El valor de un poeta que se enfrenta a la muerte

Siempre tuvo mucho valor José Bergamín. Empezó por fundar Cruz y Raya, recreando la tradicional, subterránea corriente de la heterodoxia cristiana; al defender la República; al viajar al país de la Gran Revolución de Octubre y compartir el pan humilde de la solidaridad; al aceptar, como se dice en L'Espoir, de Malraux, el cierre de las iglesias para salvar las tres virtudes teologales, al confesar paladina y valientemente su cristianismo revolucionario, pasado muerto de un futuro improbable, como le objetó Merleau-Ponty en Sens et non sens. Y ahora realiza su acto más audaz y revolucionario: especular y mirarse en el espejo de la muerte. ¿Qué refleja este espejo? Las sombras invisibles de la vida, la fatiga de existir, su propia imagen.José Bergamín es un poeta que se enfrenta a la muerte, pero no combate contra ella como Unamuno. Montaigne la ignoró, porque mientras vivimos no la sentimos. Para el autor de Essais, el gran problema del hombre se sitúa en el arte de saber vivir, y "la mort est la recette á touts Maulx, c'est un port treasuré". Spinoza definía la filosofia como una meditación sobre la vida, nunca sobre la muerte. Por el contrario, Heidegger, al descubrir la estructura temporal del ser, nos presenta el vivir como un morir. Frente a esta condenación, de seres que somos para la muerte porque la temporalidad nos asesina, aconseja Heidegger la temeridad, o sea, afrontar la muerte cara a cara. Pero no es suficiente la conciencia de la muerte, es necesario asumir la decisión subjetiva de la propia finitud.

En su obra Esperando la mano de nieve, José Bergamín nos describe la realidad viva de la muerte, hazaña que, hasta ahora, no ha osado ofrecernos ningún pensador o poeta español. Al enfrentarse solo y a solas con la muerte grande, metafísica, y con la pequeña, la física y la de todos los días, por primera vez la muerte tiene rostro. Esperando la mano de nieve es poesía especulativa Especular es, en principio, pensar por sí mismo libremente, sin objeto; es "vaga ensoñación del pensamiento", dice Bergamín, adormecerse y encadilarse en las propias especulaciones o suposiciones.

Razona el corazón

Más tarde, la especulación vuelve sobre sí misma, cuando tíene al su eto como objeto, para reflexionar, Entonces especular es ya sentirse, verse en el espejo, es un pensar experimental. Toda la poesía de Bergamín, desde La claridad desierta pasando por Velado desvelo, es un pensarse a sí núsmo, sintiendo, "y en el luminoso espejo / cree oír esa voz que es suya".

Poesía racional, la de Bergamín, y a la vez sentimental, romántíca, alemana o becqueriana, andaluza de sentir jondo. Razona el corazón y duele la razón. Paradoja de paradojas que se conciertan en un mortal acorde, síntesis de contrarios.

¿Cuál es el principio de su sentir? Comienza por descubrirse demasiado quieto, casi inmóvil, ajeno al tiempo que ya no pasa. "Sólo sé que ahora no tengo tiempo". Si ya no tiene tiempo, ¿tendrá eternidad? No, porque no tengo tampoco ni vida ni sueño". El comienzo del morir es no sentirse ya ser. Sin embargo, siente llegar la muerte desde fuera hasta dentro de sí mismo, "en tu cansado corazón vencido: en todo hay cierta, inevitable muerte".

¿Cómo definir la muerte? Todos sabemos que es el acabose de la vida. ¿Es una noche oscura? Bergamín percibe las grandes sombras que la rodean, pero no se amedrenta porque las reconoce: "Y en esta noche que estoy tan solo que no me encuentro a mí mismo, apenas sé si estoy dormido o despierto".

Después de definir la muerte por dentro, sintiéndola, la proyecta en sí mismo, la realiza o encarna. "Siento que se apagan mis ojos, como se apagó mi voz ( ... ) como se ha apagado la llama de " sangre en mi corazón". No es posible vivir este lento acabamiento sin melancolía y "una tristeza oscura, soñolienta que me deja en el alma". El cuerpo se deshace y destruye y lo mira perecer con sabia delectación morosa: "Mis huesos se están riendo porque se están figurando que se están endureciendo, cuando se están descarnando". ¿Cómo se queda el alma sin cuerpo? "Estoy pensando que siento tan apagada mi alma como agotado mi cuerpo".

Ya no cabe la menor duda, morir es estar muriéndose, es hacerse morir. Pensar morir equivale, para Bergamín, a querer morirse, asistiendo a su lenta muerte. Somos carne de tiempo. El río del suceder nos disuelve. Bergamín sabe esto cuando dice: "El tiempo que estás perdiendo / lo pierdes porque estás vivo / vivir es perder el tiempo". Nos corrompe en su acaecer sin término ni fin. Pero el tiempo mismo no muere nunca porque es el devenir. "Todos vivimos muriendo, el que no muere no vive, porque está muerto de miedo". Aprende a morir, al vivir, es el consejo que nos da Bergamín para poder seguir viviendo.

Hay muchas formas de morir. Quizá no vivimos nuestra propia muerte, la que llevamos escondida durante toda la vida, como creyó el gran poeta Rilke. Y tampoco vivimos la muerte al morir. Más justo sería afirmar que nos dejamos descansar los unos en los otros, porque no nos morimos nunca solos. La muerte es común, colectiva, solidaria y hasta inesperada: "Muy poco a poco, lentamente, me estoy muriendo de repente".

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