_
_
_
_
_
Reportaje:

Baile y 'hip-hop' marcan el ritmo diurno del Sónar

Segunda jornada diurna del Sónar y primera con apretones en los espacios en los que el festival asienta sus reales bajo el sol. Entre un gentío multicolor desparramado por los escenarios, el hip-hop, el funk y el house marcaron la pauta de un día en el que la música de corte más experimental no tuvo el protagonismo de otras ocasiones. Incluso el Hall, espacio para lo extremo por antonomasia, la palabra rimada se impuso con Yo Majesty, una de las propuestas estrella de ayer.

Varias cosas quedaron claras tras más de ocho horas de música. Primero, los reventas habrían de modernizar su indumentaria; parece que hacen su agosto en un concierto de Bertín Osborne y no en un festival a cuyas puertas se publicitan caramelos con forma de pastilla que lucen "enlarge your ego". Segundo: la wii no sólo sirve para jugar al golf con ciática. Así lo demostró Tender Forever, mujer orquesta que tocó la batería, interaccionó con las pantallas y cantó gracias a los mandos blancos de la popular consola. Tercero: lo orgánico suele ser divertido. Ejemplo: Kalabreses and The Rumpelorchestra, una panda de músicos ataviados como buhoneros fantasiosos dándole al funk, al house y a la música de baile con trombones, baterías, bajo y ritmos programados. Una juerga escénica marcada por el ir y venir de los músicos.

El pop de Madness y Yelle agitó los primeros compases de la noche

Y hablando de movimiento habrá que reconocer la razón que tienen los que afirman que la educación es un activo. En el marasmo de cuerpos que se mueven por el festival, un "por favor" produce tal sorpresa que la primera idea de quien lo escucha es ponerse al servicio de quien lo pronuncia. Así se llega hasta la primera fila. En Yo Majesty tan privilegiado lugar sirvió para ver que las tres amazonas de Florida que anunciaba el programa eran sólo dos. Eso sí, muy amazonas: negras, rotundas y con una elegancia de barrio que hubiese paralizado la reciente huelga del transporte. Cantaban sólo dos, hip-hop rabioso, electrónico, cuadrado, macarra y suburbial, pero gracias a la tecnología parecían acompañadas por el Orfeón Donostiarra. De Tampa (Florida), en su caso.

El pop, ese estilo en el que se persigue un estribillo instantáneo porque lo que manda es la melodía, agitó los primeros compases en la noche de ayer en el Sónar. Con los cuatro escenarios de la Fira ya abiertos al público, dos fueron las formas de pop que mandaron. Para los que primaron la memoria estaban Madness en un escenario, mientras que los amantes de lo penúltimo tenían en el pop pizpireto y electrónico de Yelle su destino. Y así, mientras Madness le daba a One step beyond, la francesita, cultura obliga, saludaba en catalán y entonaba como segunda pieza su infecciosa Mal poli, evocando con su aspecto a una original caperucita de mercadillo posmoderno.

El jueves por la noche, la decepción había coronado las actuaciones tanto de Goldfrapp como de Leila. Los primeros tienen tres enemigos. Su misma cantante (Alison), que se siente mejor de lo que es; su estilista, por las pintas, se entiende, y el arreglista que adornó con violines, arpa y teclados de iglesia a las canciones. Lo de Leila fue mejor, pero como espectáculo resultó fallido. La participación de diversos vocalistas en cada tema (entre ellos Terry Hall de The Specials) rompió el ritmo del concierto y Leila, parapetada en la parte posterior del enorme escenario, resultó ausente para la mayor parte de las miradas. Desde luego, el lugar, uno de los hangares de la Fira, no ayudó en absoluto a mejorar una actuación fallida. ¿Excusas? Podría argumentarse que fue la primera del festival.

Cuatro luces en la jungla avanzada

- Acróbata de la voz. La apuesta por el factor femenino da buenos resultados. Una de las primeras artistas en agotar las entradas antes de empezar el festival fue Camille, que hoy actúa en el Palau de la Música, una virtuosa de la voz que afirma que su música "proviene de cualquier agujero" de su cuerpo.

- Cine en vivo. El arte más tecnológico amplía fronteras y no se entiende sin la iconografía de los videojuegos o de YouTube. Dentro de Sónar a la Carta destaca el impulso del Live-Cinema, un invento de la escena de los videojockeys que consiste en proyectar un filme que se está creando durante el mismo pase.

- Experiencia psicodélica. El Centro de Arte Santa Mónica acoge Sonarama, una iniciativa en la que la música puntera se mezcla con instalaciones futuristas que juegan con la luz y el sonido para transportar al espectador a universos paralelos.

- No se los pierda. De día, la ironía bañada con nostalgia de The Duloks, el microhouse de The Fields y los experimentales Matmos. De noche, el hip-hop alternativo de Antipop Consortium y Yazoo, otra demostración de que los ochenta nunca se fueron.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_