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Los sarcófagos de los jardineros del dios Amón

El Museo Egipcio de Barcelona exhibe un impresionante conjunto inédito de 28 ataúdes de época faraónica

"Toda la galería central y las cámaras laterales estaban ocupadas por sarcófagos amontonados, abiertos o fragmentados, saqueados por los ladrones coptos y árabes, y por todas partes momias, algunas en estado lamentable, incluso con las marcas de las visitas que las hienas hicieron a este lugar lleno de tumbas". El sobrecogedor relato de Francesco Ballerini, ayudante del gran egiptólogo italiano Ernesto Schiaparelli, del espectáculo que apareció ante los ojos de los descubridores al entrar en febrero de 1903 en la tumba del príncipe Jaemuaset, hijo de Ramsés III, en el Valle de las Reinas, marca la impresionante nueva exposición del Museo Egipcio de Barcelona, que inaugura con ella un nuevo espacio de 150 metros cuadrados.

La exhibición reúne un sobrecogedor conjunto de ¡28 sarcófagos!, algunos de enormes dimensiones, y una momia, procedentes de ese pavoroso revoltijo que Schiaparelli y su gente hallaron en la tumba de Jaemusaet (QV 44) y la vecina de su hermano Setherjepeshef (QV 43). La mayoría de los ataúdes pertenecen a un mismo linaje muchos de cuyos miembros ocupaban el curioso cargo de jardineros de Amón y parece que se dedicaban en concreto al cultivo de la sagrada flor del loto en el templo del dios en Karnak.

Se ve que no era un cargo de gran categoría —estilo auriga en jefe o escriba del tesoro en la heredad de Amon-Ra, que esos sí eran de postín— pero sirvió a la familia para ir tirando durante cinco generaciones e incluso prosperar. Las tumbas en que apareció amontonada la familia no estaban, claro, destinadas a ella. Esas tumbas de miembros de la familia real ramésida habían sido saqueadas hacía tiempo y en una fase del Tercer Periodo Intermedio, entre el 750 antes de Cristo y el 650 a de C., fueron reaprovechadas como última morada de gentecilla diversa, entre ella la saga de los jardineros. Los sarcófagos (algunos difuntos fueron enterrados como muñecas rusas —o el mismo Tutankamón— en una serie de tres) fueron a parar al almacén del Museo Egipcio de Turín. De allí provienen y nunca hasta ahora, recalcó ayer un felicísimo Jordi Clos, presidente de la fundación que rige el museo barcelonés, se habían exhibido. Componen un conjunto realmente asombroso y que merece la pena verse. Pasea uno entre ellos como entre un bosque funerario sagrado y ni el visitante más circunspecto dejará de conmoverse ante la mirada calma y profunda de los rostros tallados, sus semblantes que rebosan eternidad, el hormigueo misterioso de los jeroglíficos (nombres, peticiones de ofrendas, párrafos del Libro de los Muertos) que recorren los sarcófagos y la belleza de las esbeltas diosas protectoras —Nut, Nebtis, Isis—, de largas piernas y prietas nalgas, que duermen pintadas en el fondo de los ataúdes.

Rosetas y otros motivos cubren las superficies de juntura de los sarcófagos, sitios peligrosos que había que proteger ritualmente.Las piezas, algunas enormes (sarcófagos y cajones exteriores), están muy juntas y eso hace más impresionante aún la visión. Ahí está, señala la comisaria Elvira D'Amicone, el ataúd de la abuela Tadiasetekataro, la mamma de la familia, y cerca el de su nieto Harua I (¡y la momia!). Los nombres, entre discos solares, cobras aladas y buitres, perfuman la sala con su exotismo: Sekheperamon, Irirtyru, Nesimendjamun, Mentuirdis. Con sus collares usekh pintados, sus grandes pelucas que dejan al descubierto las orejas.

¿Y qué hacían los jardineros de Amón? Era trabajo físico, por lo visto, y no tanto un cargo sacerdotal, aunque se ocupaban de una planta muy especial, el venerado loto, y no de cultivar rábanos precisamente.

La exposición incluye fotos antiguas de la excavación de Schiaparelli (los ataúdes transportados en camello), dibujos y fichas originales del egiptólogo y una deliciosa maqueta que reproduce el abigarrado estado de la tumba QV 44 al hallarla.

Uno de los objetos más emocionantes de la muestra es un ramillete de flores de loto secas de más de tres mil años. Desde su sarcófago puede verla la momia. Y no hay que ser muy romántico para imaginar que a través de la eternidad, bajo las vendas, al no menos seco jardinero se le humedecen los devastados ojos.

El museo expone desde hoy en primicia mundial una muestra con 28 sarcófagos y una momia de 2.700 años de antigüedad pertenecientes a cinco generaciones de sacerdotes-jardineros del templo de Amón.
El museo expone desde hoy en primicia mundial una muestra con 28 sarcófagos y una momia de 2.700 años de antigüedad pertenecientes a cinco generaciones de sacerdotes-jardineros del templo de Amón.CARLES RIBAS
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