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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Buen traspié de Woody

El final de la espléndida Poderosa Afrodita, Allen terminaba con los miembros del coro lanzados en desenfrenada danza, puro Broadway en un teatro griego en ruinas. Y allí donde acaba su filme anterior, arranca Todos dicen I Love You: el estupendo Edward Norton se marca unas canciones y unos pasos de baile con Drew Barrymore, anuncio de que el filme, en la lógica de la comedia musical clásica, discurrirá por esos derroteros.Y por ahí avanza. En su estructura, más coral aún que en películas anteriores, no se diferencia en nada de tantas comedias de su autor: sigue habiendo allí preocupación por las consecuencias de intentar emular, pero haciendo trampa, a dioses o psicoanalistas; sigue habiendo las pullas contra las poses culturalistas o socializantes de sus progres alto-burgueses neoyorquinos, compensadas en este caso por una explicación hilarantemente científica sobre a qué responde el comportamiento de los republicanos; sigue habiendo, en fin, el gran tema de todos los filmes de Allen, la propuesta de la guerra de sexos, versión inteligente y final de siglo.

Todos dicen I Love You

Dirección y guión: Woody Allen. EE UU, 1996. Intérpretes: Allen, Alan Alda, Drew Barrymore, Tim Roth, Julia Roberts, Edward Norton.Madrid: Liceo, Velázquez, Pompeya, Fuencarral y Rosales (v.o).

Pero decididamente lo que no le sale a Woody es el claqué, la unión de la trama de comedia con canto y baile, clave del funcionamiento del musical en su etapa adulta. Para no hacer una vulgar copia, el director asume ciertos riesgos, por ejemplo, que los que canten y bailen sean los mismos actores, la inmensa mayoría de ellos sin experiencia en el género. Pero en realidad las escenas de baile parecen siempre algo estrechas, faltas de la liviandad, del aire que poseían los mejores productos clásicos.

Allen, que no obstante sus tropezones sigue siendo ejemplarmente inteligente, apela a viejas referencias: una historia que parece salida de una comedia de los años treinta, como es la de Barrymore y Tim Roth; un homenaje hilarante a Groucho Marx; una copia, genialmente corregida y aumentada, del baile de Leslie Caron y Gene Kelly en Un americano en París; los mismos escenarios de los amores de Cary Grant y Audrey Hepburn en Charada, son algunos de los recursos que no están allí más que para ordenar un poco el caos de situaciones creado por una miríada de personajes desperdiciados por falta de tiempo, o de una inspiración menos dispersa a la hora de plasmar en el guión peripecias que en su materialización se desparraman fuera del control de su hacedor.

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