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Muere María Casares, gran trágica del teatro

El exilio convirtió a la actriz española en un mito de la escena francesa

Una belleza trágica y tenebrosa. Así definían los directores y críticos franceses a María Casares, la joven actriz de 20 años que se impuso en la escena y en el cine francés desde 1942, cuando debutó con Deirdre des douleurs. La muerte la atrapó ayer, al día siguiente de su 74º cumpleaños, en su casa de campo, en La Vergne, en el este de Francia. Había nacido en La Coruña en 1922, hija del político y diplomático Santiago Casares Quiroga. La guerra civil selló su destino. La familia republicana optó por exilarse en Francia y María Casares siguió los mejores cursos de arte dramático. Lady Macbeth, Fedra, Medea o Madre Coraje serían algunas de sus grandes creaciones, que la convirtieron en un mito de la escena francesa.

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Casares no renunció a la nacionalidad española aunque afirmaba: "Mi única patria es el teatro". Marcel Herrand se prendó de ella y la quiso para su troupe. El recientemente fallecido Marcel Carné le hizo rodar su primera película en 1943, como uno de los personajes principales de la formidable Les enfants du paradis. Albert Camus se sintió atraído por sus ojos verdes, por su vehemencia y por su comunidad de origen hispano. Entre ellos había "un sentimiento ardiente, puro y duro como la piedra". Durante años, Casares y Camus fueron una pareja libre, de enamorados míticos, bellos, inteligentes e infelices.Tres de las grandes obras de Camus -El malentendido, Estado de sitio y Los justos- la tuvieron como protagonista. Rebelde y ambiciosa, no se adaptó a la Comédie Française a pesar de que ésta le abrió sus puertas en 1952. Dos años más tarde Casares elegía de nuevo la aventura y se embarcaba en el proyecto del Teatro Nacional Popular (TNP) de Jean Vilar. El mexicano Carlos Fuentes, después de verla actuar, quedó fascinado ante su voz ronca y gesto enorme y la calificó de "mujer telúrica".

Regreso a España

La actriz, hija de Santiago Casares Quiroga -ministro de Marina, Gobernación y Obras Públicas en la 11 República y presidente del Consejo y ministro de la Guerra durante el Gobierno del Frente Popular-, vivió exiliada en Francia desde los 14 años. Su regreso a España se produjo en 1976, para representar El adefesio, de Rafael Alberti. En 1981 se publicaron sus memorias, Residencia privilegiada, en las que María Casares rememora la relación que mantuvo con personajes como Camus, Jean Paul Sartre, Jean Cocteau o Pablo Picasso.

Los nuevos autores o directores también pudieron contar con ella. KoItès, en 1986, estrenó Quai Ouest gracias a María Casares; Copi dio una nueva dimensión a sus dibujos cuando la actriz llevó al escenario su Madame Lucienne, y antes, en 1966, Jean Genet la tuvo de compañera durante la batalla de Les Parevents, una obra sobre la guerra de Argelia que se quiso prohibir.

De ella se ha dicho que "está en algún lugar entre Sarah Bernhardt y Ludmilla Pitoeff", dos de los monstruos sagrados femeninos de la escena francesa. Convertida en un clásico viviente, con una sala con su nombre en el teatro de La Colline de París, María Casares no aceptó nunca un repertorio acomodaticio o montajes convencionales. El chileno Marco Antonio Parra estrenó en la capital gala Dostoievsky en la playa y Valle -Inclán la tuvo en 1991 al frente de sus Comedias bárbaras. En 1993 quiso ser el Rey Lear y supo transmitir toda la energía y grandeza desgraciada del personaje.

El cine no fue nunca su territorio, no tanto porque los productores o cineastas no la invitasen sino porque no se sentía cómoda ante una cámara que servía de filtro entre ella y el público.

Sólo de Jean Cocteau, del que fue una gran amiga, obtuvo un trato digno de su categoría de actriz. En Orfeo (1950) y El testamento de Orfeo (1960) su rostro fue el de la Muerte derrotada por el Amor. Robert Bresson la hizo malvada extraordinaria en Les dames du Bois du Boulogne, filme en el que se venga del amante que la ha abandonado casándose con una amiga de la que él desconoce el lesbianismo. Christian Jaque la vio como la Sanseverina de Stendhal y Godard la convocó como memoria en Histoires de cinema. Son pocos títulos y personajes pero son apariciones memorables.

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