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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Carne viva

Cuando Carne trémula alcanza su primera media hora vale la pena cortar mentalmente -basta una instantánea mirada del espectador dentro de sí mismo, hacia lo que la pantalla ha depositado en ese corto tiempo detrás de sus ojos entusiasmados -el hilo de atención que nos mantiene en vilo y preguntarse que nos ha contado hasta, ese momento la serena y no obstante arrolladora secuencia de la película.Se descubre así que son tantas las imágenes que ha puesto en movimiento; tantas las situaciones que ha trazado y (más importante) que nos han obligado a trazar interiormente; tantos los caminos que ha abierto en la pantalla exterior y (más importante) en la interior; tantos los hilos con que ha atrapado nuestra emoción, convirtiéndola en conmoción; tantas las síntesis visuales que ha construido y (más importante) que ha forzado al espectador a construir; tantos los enigmas que ha sugerido por choques o por correlaciones de imágenes, y, finalmente, tanta la densidad de la trama oculta que discurre bajo la trama evidente, que nos descubrimos entonces sumergidos en un baño de gran cine, pues en esa media hora hay materia visual y poética suficiente para llenar varias películas.

Carne trémula

Dirección y guión (basado en. una novela de Ruth Rendell): Pedro Almodóvar. Fotografia: Alfonso Beato. Música: Alberto Iglesias. España, 1997. Intérpetes: Javier Bardern, Francesca Neri, Angela Molina, José Sancho, Liberto Rabal, Penélope Cruz, Pilar Bardem. Madrid: Palacio de la Música, Acteón, Tívoli, Juan de Austria, Aluche, Amaya, Cartago, Florida, Vaguada, Luchana, Lido, Canciller, Renoir Cuatro Can-iinos, Ideal, Victoria, Excelsior.

Cerrada esta pausa íntima instantánea, esa sorprendente acumulación de carne viva imaginaria prosigue su cautivador ascenso: no desfallece o va a menos. Su riqueza crece incesantemente casi inapelablemente, conformando una película de extraordinaria audacia, precisión y hermosura, compuesta con un rotundo vigor trágico inseparable de la delicadeza de un humor libérrimo. Es, por ello, una película que roza lo insuperable, que hace coincidir lo que finalmente nos da con lo que a lo largo de su apasionante desarrollo nos promete ' que es muchísimo. A esto se le llama en cine rozar la perfección y embarcarnos (con ese mágico roce) en una aventura visual de las más elegantes y mejor construidas que este cronista (que ve medio millar de películas cada año) ha visto en décadas.

No hay lugar aquí por donde entrar en las incontables minucias de esta película excepcional. Carne trémula está atestada de esas pequefleces con que se amasa el gran arte y su recuento llenaría páginas. Pero vale la pena denunciar algunas por su extrema singularidad, que puede estimular a buscar las otras a algunos de sus futuros espectadores. Por ejemplo, ¿cómo Penélope Cruz -que sólo actúa en los cinco minutos de la portentosa escena de arranque- vertebra el relato y es su protagonista secreta? ¿De dónde saca la pantalla una capacidad reveladora tan asumbrosa como la del movimiento de cámara lentificada sobre el rostro de Francesca Neri, que, sin una sola palabra y casi en el comienzo del filme, nos introduce misteriosamente en su desenlace?

¿Qué mirada de esponja hace que una imagen deducida de la creada por Hitchcock en Recuerda (una pistola gira sobre sí misma y encajona el objetivo de la cámara) se rescate aquí (como también el punto sin retorno de Ensayo para un crimen, de Buñuel) completamente inédita, nuevamente creada por un ejercicio deslumbrante de originalidad? ¿Qué eleva a algunas composiciones visuales instantáneas -entre muchas, las manos ensangrentadas y entrelazadas de Sancho y Ángela Molina; el rostro de Liberto Rabal, que cruza un gesto de silencio cómplice con una niña a incursiones de luz en el lado indescifrable de los personajes? ¿Cómo tantos, tan anchos y tan bruscos -el filme representa nada menos que la mutación histórica, a lo largo de casi tres décadas, de la vida de una ciudad, Madrid- saltos de tiempo entran en la secuencia sin causar ni el menor desequilibrio en el continuo de ésta? ¿Cómo, sobre el enigma del protagonismo de. una actriz a la que no vemos, cinco intérpretes excepcionales crean cinco personajes que a su. vez son también, considerados uno a uno, plenos protagonistas de la metáfora? Y como consecuencia de esto, ¿cómo un relato que discurre con la nitidez de una línea recta nos hace discurrir sobre una tan enrevesada trama de interrelaciones? Y muchas otras interrogantes que destapa este encuentro de Almodóvar con la plenitud.

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