Cáscara
Sobre el papel los autores de esta mediocre película han tenido buena materia argumental: la muerte en 1984 de un sacerdote polaco, activista apasionado del sindicato Solidaridad cuando todavía era clandestino.Este suceso estuvo en las cabeceras de los periódicos y hay detrás de él, junto a algunas evidencias, una zona misteriosa, que le hace propicio para convertirse en un buen argumento de película a mitad de camino entre el género policiaco ortodoxo y el llamado thriller político.
Pero este a mitad de camino, que podría designar, si hubiera sido empleado con vigor e inteligencia indagatoria, el estilo del filme, en realidad hace todo lo contrario: designa su falta de él, su indefinición y su carácter híbrido. Tanta es la inseguridad del pulso con que ha sido concebida, producida y realizada.
Conspiración para matar a un cura
Dirección y guión: Agnieszka Holland. Francia, 1989. Intérpretes: Christopher Larribert, Ed Harris, Joanne Whaley. Estreno en Madrid: cine Rialto.
Historicidad
No hay manera de creer en la historicidad de lo que ocurre en el filme, porque da la impresión de que la totalidad de los actores, y en especial el protagonista Christopher Lambert, no creen en absoluto lo que están representando, de tal manera que todo en ellos se queda en un vano esfuerzo por dar contenido a las oquedades mortales del relato de unos acontecimientos que siendo reales no lo parecen.De ahí que a la falta de credibilidad histórica se una la escasa convicción de las composiciones y que, por consiguiente, también falle estrepitosamente la, más básica en cine, credibilidad psicológica de los personajes o seudopersonajes. Y mal asunto es para un filme de esta especie que nada en su materia sea creíble. Esto le convierte en pura cáscara. Dentro, nada.