Chapuzas
Hacia 1969, Estados Unidos se hallaba embarcado no sólo en el proceloso charco vietnamita, sino también en chapuceras operaciones encubiertas con el fin de cortar la vía de aprovisionamiento vietcong.Este telón de fondo es al que parece apuntar la película, y los créditos finales no hacen más que avalar esta suposición.
La fórmula es sencilla: la CIA monta una empresa de aviación, Air America, para organizar vuelos en Laos y para transportar cargamentos del opio que, refinado, da lugar a la heroína y financia la operación, enriquece al aliado local y, al no emplear fondos fiscalizables por el Congreso, en realidad es como si no existiera. La película denuncia, entre ironías -Nixon es comparado visualmente como un cerdo ya en la primera secuencia del filme; una planta abandonada de Pepsi-Cola es el lug ar donde se destila la heroína- la connivencia en la operación de grandes empresas que, como la Dow Chemical, son mencionadas por su nombre, y la amigable camaradería de la CIA con productores y distribuidores de droga a escala planetaria: así concebido,
Air America
Director: Roger Spottiswoode. Guión: John Eskow y Richard Rush, según la novela de Christopher Robbins. Fotografía: Roger Deakins. Música: Charles Gross. Intérpretes: Mel Gibson, Robert Downey Jr., Nancy Travis, Marshall Grant, Lane Smith, Ken Jenkins. Estados Unidos, 1990. Estreno en Madrid: cines Callao, Bilbao, Veláquez, Consulado, Victoria, Liceo, Vaguada, Ciudad Lineal, Multicines Ideal (V. O.).
Lo malo de Air America no es sólo que huela a oportunismo. Lo penoso es que todas las peripecias aéreas, la voladura de aviones, el intento de huir del fuego enemigo, en suma, la largui sima hora y tres cuartos de su metraje total, nacen de un guión raquítico, que plantea situaciones sin terminar nunca de resolverlas, crea personajes de la nada que se esfuman porque sí, sin ninguna funcionalidad narrativa, sin que ayuden a que la acción avance a buen paso: en una palabra, una chapuza. El otras veces solvente Spottiswoode se limita a cumplir como puede, a coser una con otra las páginas de un guión desafortunado, apresurado, delirante.
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