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Cóctel en casa de Alex Katz

Una exquisita retrospectiva del pintor estadounidense, pionero del arte pop, inaugura un espacio en Madrid

Iker Seisdedos

El pintor figurativo estadounidense Alex Katz (Nueva York, 1927) tiene buena memoria para las lecturas y para algunas citas, no recuerda casi nunca nombres o caras y se declara un completo desastre con las fechas. De los ocho integrantes de Up in the bleachers (1983), una de sus canónicas pinturas grupales desplegada ayer ante sus ojos con monumental cromatismo, recuerda al joyero, a "aquella chica tan guapa que salió brevemente con él", al galerista, "al poeta de 16 años", a la mujer del vestido verde y a la "hermana de aquellos dos artistas de Downtown". Y lo cierto es que da gusto verlos, tan guapos y tan sofisticados, con sus jerséis de pico, las corbatas finas y las americanas de corte exquisito. "Ese es mi mundo, no voy a disculparme por ello. Bohemios de clase alta. No sé hacer otra cosa que pintar lo que veo a mi alrededor", se excusaba Katz, alto, delgado y con el mismo ademán ausente de sus personajes.

"Mi mundo es el de los bohemios de clase alta y no me voy a disculpar"
"No estoy de acuerdo con los que dicen que el realismo ha de ser deprimente"

Se halla en Madrid para apoyar la apertura del nuevo espacio que su galerista español Javier López inaugura en asociación con el portugués Mario Sequeira. Cruce entre fundación exquisita retirada del mundo y chalet de estilo modernista, se erige en la forma de dos prismas plateados en la exclusiva urbanización de La Florida, a las afueras de Madrid. La exposición de Katz, que se abre mañana al público, aunque solo mediante cita previa, reúne una treintena de piezas -en muchos casos provenientes de colecciones privadas- entre paisajes, retratos de última generación y pinturas de gran formato. Las mismas que lo han hecho célebre en su reconfortante y obstinada estilización y cuyo enorme tamaño las ha mantenido a menudo lejos de España.

Y el lugar parece el idóneo no solo por su espaciosidad. No cuesta imaginar que cuando las luces se apagan y todo el mundo se va, sus personajes descienden de los óleos y entonces los chicos de Thursday night #2 (1974) tontean con Sharon & Vivien (2009) y con las bañistas que se tocan con indolencia en el espectacular mural Eleuthera (1984), mientras sirve unas copas Ada, la mujer de Alex y su principal modelo -en la exposición hay tres retratos de ella-, a quien ha retratado incansablemente a lo largo de cuatro décadas.

La elección de la obra de Katz para el inicio de una aventura empresarial algo incierta se antoja una apuesta segura; este pintor, coetáneo de la segunda generación de la abstracción estadounidense y precursor del arte pop, goza del favor de los coleccionistas y de los museos del mundo (del Whitney al IVAM, muchos se han rendido a su genio). Aunque no siempre fue así. Hijo de cultos emigrantes rusos, cuando este "notable jugador de baloncesto" irrumpió en los cincuenta, la escena de Nueva York estaba más por la labor de la abstracción que de la pureza de líneas, los brillantes campos de color y el realismo optimista de sus pinceles.

De sus contemporáneos tomó prestada la monumentalidad y el gusto por el gesto. "Nadie sabía en qué saco meter mi agresividad. Siempre me moví más cómodamente entre los poetas: de John Ashbery a Frank O'Hara o Ted Berrigan. Así me convertí en el pintor con peores críticas de la historia", recuerda con sorna. "Una vez el Times me puso tan mal que necesitó mucho espacio. Me llamó mi madre y me dijo: 'Alex, al menos te han hecho algo de caso por fin'. Debió de ser en 1966".

Más o menos por aquella época cambió su suerte, que no ha dejado de mejorar con los años, pese a que su obra, que confecciona en el estudio-casa que mantiene en West Broadway desde 1968, sigue más o menos igual. "El tiempo y las nuevas generaciones me dieron la razón", dice con la soberbia de un octogenario que se mantiene en atlética forma.

Acaso sea porque la crisis del mundo del arte, igual que las tendencias o el retrato descarnado de las hojas salmón de los periódicos, sigue sin ir con él. ¿Demasiado tarde para una vuelta por la cruda realidad? "Creo que la tradición dicta que el realismo ha de ser una cosa deprimente y yo no estoy de acuerdo. Toda esta gente", añade señalando a sus amigos congelados al óleo, "es real, se lo puedo asegurar".

Alex Katz, ayer en Madrid junto a sus obras <i>Eleuthera</i> (izquierda) y <i>3 de enero,</i> uno de los retratos de Ada, su mujer.
Alex Katz, ayer en Madrid junto a sus obras Eleuthera (izquierda) y 3 de enero, uno de los retratos de Ada, su mujer.CRISTÓBAL MANUEL
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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.
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