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Reportaje:

Corpiños de cuello alto y encajes para Wagner

La publicación de una carta en la que el compositor encarga ropa interior reabre la polémica sobre su tendencia al travestismo

Corpiños, cintas y mucho satén. Las prolijas descripciones de artículos de moda femenina en una carta con la que Richard Wagner encargó trapos a una sastrería de Milán en 1874 han animado nuevas teorías sobre las supuestas aficiones travestistas del compositor. El pedido, ahora publicado por la nueva revista londinense The Wagner Journal, es parte de una colección privada en Estados Unidos y no se había publicado hasta la fecha.

Varios artículos de la prensa internacional citaron ayer al co-editor de The Wagner Journal, Barry Millington, para quien la carta "sustenta la teoría de que el compositor mostraba tendencias al travestismo". Según el diario británico The Guardian, Millington sugirió que la carta "apunta a un extremado, si no fetichista, interés por los detalles de la ropa femenina". La publicación insistía ayer en que se desconoce si las prendas, que "supuestamente" eran para su esposa Cosima, llegaban a su destinataria, puesto que ésta "no anotó la llegada de los artículos en su diario". De esto infiere que la ropa era para el propio Richard.

Su afición por los ambientes elegantes podría ser el origen de los rumores

Wagner pedía "algo elegante para las veladas en casa", corpiño de cuello alto, encajes, volantes abultados, lazos y cola. Para Millington, la demostración de que Wagner tenía "un lado femenino muy pronunciado".

"Todos los hombres parece que tenemos un lado femenino", confirma riendo Werner Breig, catedrático emérito de la Universidad de Bochum y único miembro alemán del consejo editor de The Wagner Journal. Breig, que ayer no conocía el contenido del artículo, dirigió hasta el pasado martes la edición alemana de la correspondencia completa de Wagner, tarea a la que dedicó 10 años y que continúa otro director "más joven". No cree el catedrático en el travestismo de Wagner: "Hay muchas cartas de Wagner a modistas, en las que pide toda suerte de ropas de seda, tapices y camisones, pero no es ropa femenina. En aquella época, los hombres llevaban camisones y ropas muy elaboradas".

Richard Wagner sufría además de enfermedades cutáneas, recuerda Sven Friedrich, director del Museo Richard Wagner de Bayreuth, "que le impedían llevar otra ropa interior que no fuera de seda; entonces no existía la ropa de algodón como la de ahora, Wagner no podía llevar lana porque sufría de eccemas". Para Friedrich, las historias del travestismo wagneriano son "puro sensacionalismo, que además viene de largo: una estupidez".

La afición de Wagner por la seda y los ambientes elegantes y el dicho uso de ropa interior de seda podrían ser el origen de los rumores, además del disfraz de mujer gracias al que en 1864 escapó de sus acreedores en Viena. Aparte de este subterfugio, Werner Breig dijo desconocer "absolutamente" cualquier otro episodio de travestismo. "No hay ninguna prueba ni indicio", afirma.

En la patria del compositor, donde le siguen mesnadas de aficionados, muchos de ellos parte de sociedades y asociaciones wagnerianas, la repercusión de la publicación no ha sido grande. Tampoco conocían la noticia en la Asociación Richard Wagner de Leipzig, organizadora de una exposición inaugurada ayer sobre la relación del músico con las revueltas liberales en Polonia, donde no les sorprendió pero tampoco les mereció ningún crédito. Comentó Werner Wolf, su presidente, que los rumores sobre Wagner y sus rarezas empezaron ya en vida del músico. Su actividad política, su personalidad y sus aficiones caras le hacían una figura atractiva. Para lo bueno y para lo malo.

Lo mismo que afirmaba Breig, que añade que Wagner estaba siempre sin blanca, de modo que justificaba sus gustos caros y su afición por los materiales y las decoraciones pomposas con sus necesidades artísticas. Su colega de The Wagner Journal, del que Breig afirma que es "un gran conocedor de Wagner", especula según The Guardian sobre si el compositor "encontraba satisfacción para sus necesidades de feminidad y voluptuosidad en su mujer Cosima", de quien sostiene que era "maniática y obstinada". Así que además de ser un supuesto travestí, dice, Wagner "tuvo una relación que pudo o no llegar a consumarse". Con una mujer que le daba seda y perfumes.

No quiso entrar Breig en si estos gustos caros y el entorno selecto que decía necesitar para componer influían en la música: "A mí de Wagner me interesa la música, de estas cosas sé lo menos posible, sus partituras son mucho más interesantes que estos rumores y estas aclaraciones sobre supuestas aficiones secretas".

Richard Wagner.
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