_
_
_
_
_
Reportaje:

Cuarenta años en un cajón

El controvertido novelista experimental Julián Ríos, autor de 'Larva',recupera un libro inédito de cuentos que escribió en 1968

Borja Hermoso

Después, con la voz perezosa y piedra pómez de quienes oponen a la prisa sin pausa una pausa sin prisa, Julián Ríos (Vigo, 1941) tratará de desgranar desde el otro lado del hilo telefónico los porqués de 40 años de retraso. Los 40 años de retraso de su Cortejo de sombras, libro seminal y discutible, libro genial, de un autor sin atisbo de clasificación posible.

Pero de entrada, nada como la vieja y facilona reproducción literal de pasajes para entender de qué va la cosa: "Lo vieron crecer, hacerse hombre. Andaría por los 30 -echen cuentas- cuando ocurrió la terrible desgracia, lo aquí nunca visto. Parecía algo más viejo por lo desgreñado y raído, con el aspecto selvático, la piel encostrada de roña, el mirar lobuno".

"Me interesa la construcción del lenguaje o, no sé, su distorsión"
"He tenido siempre vocación de escritor plural, como dijo Octavio Paz un día"
¿Cómo va un crítico literario a respetar palabras como 'cuidamaba'?
"A veces han ido a asesinar por delante lo que yo presentaba"

Hubo y hay dos cosas dentro de la literatura que se llaman emoción y ritmo. Son indiscutibles, aunque con el tiempo y las tonterías algunos creen justificado olvidarlas y darse al muy prescindible encendido de fuegos artificiales. Julián Ríos, apaleado en su día por insistir tanto en los arriesgados vericuetos del ritmo y la invención, no. Este pasaje pertenece al relato titulado Palonzo, cruel flor de ruina incrustada en las páginas de Cortejo de sombras, escrito entre 1966 y 1968, guardado en el polvo del cajón de turno y ahora resucitado por Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, que tiene en sus planes ir dando a la luz la obra completa de Ríos, incluida su nueva novela, Puente de alma.

"Palonzo", dice, "es mi capítulo favorito, porque pienso que hay en él una mayor preocupación por la construcción del lenguaje, o no sé, por la distorsión del lenguaje; además, es un homenaje a Guimarães Rosa, mi escritor latinoamericano favorito. De alguna forma traté de hacer en español lo que él hizo tan maravillosamente en su portugués brasileiro".

El hacedor de sombras vive en París porque, entre otras cosas, cree sin asomo de duda en las virtudes de la perspectiva de espacio y tiempo como elemento de lucidez en la observación de la propia realidad. Y la realidad propia de Julián Ríos, y de sus sombras, no es otra que Tamoga, y Tamoga, nos pongamos como nos pongamos, no es otra cosa que ciertos confines de su Galicia natal, años sesenta, imagínese el panorama. Pero también es España, qué carallo.

"Mi ambición fundamental con Cortejo de sombras era emular a Valle-Inclán, en el sentido de que si él quiso hacer una síntesis de las Américas en Tirano Banderas yo quise hacerla de Galicia, aunque sin regionalismos de ninguna clase. Me interesaba y me interesa una Galicia de las maravillas, en el sentido de una tierra compleja de aspectos contradictorios... y huir de esa Galicia del tipismo, la queimada y la superficie folclórica que tanto me repele", comenta el escritor.

Cuatro décadas después, Julián Ríos da cuenta editorial de su universo de claustrofobias. Universo literario donde conviven por igual el sentimiento de pérdida, el suicidio de amor, los tontos del pueblo, la sed de venganza, la muerte dulce y, como elemento aglutinante, la fatalidad del perdedor.

"Es un libro que sintetiza la atmósfera oprimente, deprimente y opresiva de aquellos años del franquismo", quiere dejar claro el autor de Larva, Monstruario y Sombreros para Alicia.

Vapuleado en los sesenta, en los setenta, en los ochenta, en los noventa y en general por aquellos naftalínicos segmentos de la crítica empeñados en abjurar del riesgo (¿cómo va un crítico literario serio a respetar palabras como cuidamaba, gocespasmos o blancamarillez?), Julián Ríos se muestra hoy feliz ante el retroactivo parto del libro olvidado: "Vivo el renacimiento de este libro como algo gratificante, porque si en su día decidí dejarlo para después porque había estallado en mí una escritura que yo creía más ambiciosa, avanzada y rompedora, ahora me ilusiona que vea la luz en este nuevo contexto, en el que se van a editar todos mis libros, los viejos y los modernos, porque mi vocación siempre ha sido ser un escritor plural, como un día dijo de mí Octavio Paz".

Pero sí: Julián Ríos devuelve los puñetazos. "Sí, yo me he sentido a menudo incomprendido, y creo que en ocasiones la crítica ha ido a asesinar por adelantado el libro que yo presentaba, más que nada porque yo representaba una literatura incómoda o arruinaba un tipo de escritura que esos críticos defendían". Y ocurre que su modelo creativo siempre fue Picasso: "Y él sabía bien que para desfigurar la línea, primero hay que saber trazarla muy bien; que para destrozar una nariz y hacer cubismo, primero hay que tenerle respeto y construirla en el debido orden".

Otros hitos de la literatura al límite

Se ha adscrito a Julián Ríos en la literatura experimental, que explora lo desconocido y juega con los recursos. Ya en Tristram Shandy, Sterne rompió en el XVIII códigos y tiempos. He aquí otros momentos de una aventura al límite con la que pocos se atreven hoy.

GEORGES PEREC. Todo un libro escrito con una sola vocal

El Oulipo (Ouvroir de Littérature Potentielle) fue una iniciativa para afinar los recursos de la literatura poniéndole trabas. Perec fue uno de sus miembros más destacados. En La disparition, una novela de intriga, no utilizó la letra e, y en Les reventes sólo utilizó esa vocal.

LUIS MARTÍN SANTOS Revolucionario en casa

Tiempo de silencio se publicó en 1962 e hizo trizas el realismo, introduciendo el flujo de conciencia y otros recursos que se cultivaban en Europa desde Joyce. Fue un referente de la renovación de la literatura española, que Julián Ríos llevó al límite en Larva.-

JAMES JOYCE La ruptura de todos los moldes

En Finnegans Wake, fue más lejos que en Ulises. Su antecedente último es una balada popular que contaba las cuitas de Tim Finnegan, un irlandés borrachín. Lo narró con juegos de palabras y con términos de una decena de lenguas, modificando el inglés y cargando el material de múltiples resonancias simbólicas.

ALAIN ROBBE-GRILLET Y el autor desapareció

Es uno de los integrantes más conocidos del noveau roman, la corriente que irrumpió en los cincuenta e hizo desaparecer al escritor de la narración. Las situaciones y personajes están ahí como llegados de ninguna parte. Así ocurre en su novela Las gomas.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Borja Hermoso
Es redactor jefe de EL PAÍS desde 2007 y dirigió el área de Cultura entre 2007 y 2016. En 2018 se incorporó a El País Semanal, donde compagina reportajes y entrevistas con labores de edición. Anteriormente trabajó en Radiocadena Española, Diario-16 y El Mundo. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_