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Cuba celebra los 100 años de Compay Segundo

Cinco años después de su muerte, Compay Segundo sigue cautivando. "Si no fuera por el son, existiría en el mundo una tristeza bárbara", solía decir el trovador santiaguero, que ayer hubiera cumplido 100 años. Compay era un optimista compulsivo. Lo que más le agradaba en el mundo era hacer feliz a la gente con sus canciones. Quizá por ello su aniversario se celebra en Cuba a lo grande, con sabrosura de sones y conciertos a cargo de la banda que le acompañó en los últimos años de su vida.

Ayer, una peregrinación de músicos y amigos acompañó la inauguración de un mausoleo en su memoria en el cementerio de Santa Ifigenia de Santiago de Cuba, donde también están enterrados los legendarios soneros Miguel Matamoros y Ñico Saquito. Hasta finales de diciembre, la Orquesta Compay Segundo, que dirige su hijo Salvador Repilado, realizará una gira por el oriente de la isla que será la culminación de un año de conmemoraciones por todo el mundo.

El director italiano Stefano Mazzoleni se unirá a los tributos con un concierto-homenaje de la Orquesta Sinfónica Nacional, y a finales de año se celebrará una gran gala en el Hotel Nacional de La Habana. Hasta lanzamientos de ediciones limitadas de puros y colecciones de ropa se harán para homenajearle.

A Máximo Francisco Repilado, Compay Segundo, la fama le llegó tarde, rayando los 90, pero la disfrutó: en el último quiebro de su vida se sacó de la manga una decena de discos y visitó medio mundo. Era un disfrutón. Dejó un centenar canciones, pero más que todo una filosofía: "Hay que sonreírle a la vida, en las buenas y en las malas".

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