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UNIVERSOS PARALELOS
Columna
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Cuéntame una historia

Diego A. Manrique

Hace falta valor. Frente a la continua degradación del disco, como objeto físico y como concepto, algunas compañías ofrecen lanzamientos panorámicos y profundos, en forma de CD más libro. Antologías que potencian su utilidad al presentarse como objetos compactos y manejables. Insisto en la manejabilidad, ya que las cajas, alias box sets, buscan lo exhaustivo y tienen problemas de uso.

Concebidas con criterios historicistas, estas selecciones imponen un orden en el magma de la música disponible en este ubérrimo siglo XXI. Rescatan artistas, explican tendencias, aclaran el funcionamiento de sellos, estudios, productores o compositores. La compañía londinense Soul Jazz ha demostrado maestría en estas lides: antologías como Tropicália ni siquiera tienen equivalente en el país de origen del tropicalismo, Brasil.

Frente a la degradación del disco, algunas compañías ofrecen lanzamientos 'profundos' de CD más libro

Generalmente, estos discos ilustrados cuentan una historia desconocida u olvidada. Por ejemplo, Funky Nassau-The Compass Point Studios (1980-1986), que editara Strut. Esos estudios siguen atrayendo a estrellas por el clima de las Bahamas y la leyenda del lugar, donde algunos ven al fantasma de Bob Marley o los rastros de las brujerías de Lee Perry. Allí han grabado desde los Stones a U2, pasando por Björk y, sí, Julio Iglesias. Allí se les fundieron los plomos a los Happy Mondays: ¿he hablado de la abundancia de drogas baratas y potentes?

Funky Nassau nos retrotrae a los orígenes de Compass Point. Chris Blackwell, fundador de Island, decidió montar una factoría musical basada en la creatividad jamaicana, pero que funcionara ajena a la violencia o las tensiones raciales de Jamaica. Para ello, organizó una house band, instrumentistas capaces de acompañar a cualquier solista o reforzar un grupo visitante.

El Compass Point All Stars era esencialmente isleño (Sly Dunbar, Robbie Shakespeare, Mikey Mao Chung, Uzziah Sticky Thompson), pero internacionalizado por el guitarrista británico Barry Reynolds y el teclista africano Wally Badarou; como productor e ingeniero, estaba el estadounidense Alex Sadkin. Un equipo muy maleable, abierto además a la última tecnología. Músicos gomosos, que en Funky Nassau respaldan a los Talking Heads (y su grupo paralelo, Tom Tom Club), Ian Dury (y su teclista, Chaz Jankel), francesitas cosmopolitas (Cristina, Lizzy Mercier Descloux) o Grace Jones.

Funky Nassau me empuja hacia las apoteósicas grabaciones de Grace Jones en Island, donde reinventaba éxitos con voz imperiosa. Hoy, ella es incapaz de racionalizar aquellos prodigios: simplemente, aportaba su poderosa personalidad. Quizá no le preocupaba demasiado el asunto musical: solía actuar con playback, desganada si no era jaleada por su beautiful people.

Estamos ante uno de los misterios del pop: la posibilidad de elaborar música monumental a partir de materiales tan poco prometedores. Grace sugería hedonismo vocacional (Nightclubbing), erotismo turbio (Warm leatherette), un inflado sentido dramático de la vida (Libertango), sexo negro (Pull up to the bumper), existencialismo de jet set (She's lost control).

Grace sabía mostrarse seductora, fatalista, dominadora o frágil, siempre creíble gracias al envoltorio del Compass Point All Stars: lacónico, espacioso, implacable. Asombran las versiones maxi de aquellos temas, desarrollos orgánicos sin los trucos fáciles de los remezcladores. Sly & Robbie y compañía hallaron en las Bahamas otra fuente de ritmo hipnótico, tan crucial como el sonido rockers que implantaron en Jamaica a finales de los setenta.

La racha se acabó en 1987, cuando murió accidentalmente Sadkin. Compass Point se convirtió en otro estudio más y la pareja Dunbar-Shakespeare continuó con sus exploraciones rítmicas. Lo que refleja Funky Nassau es un periodo de extraordinaria fertilidad, cuando literalmente marcaban el paso del planeta. Hoy suena como música inmortal, sobre todo comparada con la papilla sintética que entonces dominaba las listas de ventas.

¿Podemos soñar en España con recopilaciones similares? Resulta inútil dar sugerencias a las grandes discográficas: casi todas han renunciado a generar productos culturales. Pero debería aplicarse el modelo de Funky Nassau a las producciones de José Luis de Carlos, las composiciones menos conocidas de Augusto Algueró, la escuela de Kiko Veneno, el Xixón Sound...

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