Pasto para el olvido
Arma letal II comienza con una ensordecedora matanza de hombres y chatarras de automóviles y termina con otra aún mayor. En medio hay una docena más de tracas hilvanadas alrededor de una historia idiota de puro inexistente: unos cuantos gags elementalísimos, la mayoría verbales, tacos o rosarios de tacos. Por ejemplo, uno lacónico en el que Mel Gibson enciende un pitillo ante un cartel de "No fumar" con un imaginativo "¡Me importa un huevo!", y otro locuaz en el que Gibson apabulla las entendederas de un gánster surafricano con esta elegante: oración: "¡Si sigues aquí, te daré por el culo y luego te mandaré a tu país con los cojones metidos en una cajita!". Y el personal, propicio, Se troncha de risa ante estas audacias del chiste visual contemporáneo. Estos ejemplos están entresacados de decenas de sutilezas por el estilo, en contrapunto con otras tantas clecenas de automóviles aplastados con sus chóferes dentro y varios millares de disparos, a quemarropa y al bulto, desde todas las posturas y distancias imaginables, en medio de una autentica mascletá californiana que ha obligado a quienes velan por la salud moral de Occidente a no recomendar el idílico filme a los menores de 18 años, por "exceso de violencia", cuando en este filme no hay, en medio de un diluvio de mamporros y de crímenes, ninguna violencia, considerada ésta en el sentido noble que el buen cine norteamericano conquistó para ella. Hay una tortilla informe de difuntos de cartón piedra rociados de salsa de tomate a causa de tiroteos, bombardeos desde helicópteros, ametrallamientos, desnucamientos, asfixias, ahorcamientos y accidentes de tráfico, pero ninguna verdadera violencia en cuanto signo de un tiempo y de sus hedores. Detrás de la traca, puro silencio. El estruendoso silencio del vacío de ideas.
Arma letal II
Dirección: Richard Donner. Guión: S. Black, W. Murphy y J. Boam. Música: Eric Clapton, Kamen y Sandborn. EE UU, 1989. Intérpretes: Mel Gibson, Danny Glover. Palacio de la Música, Cid Campeador, Juan de Austria, Novedades, Cartago y Aluche.
Consumo masivo
La película, no en cuanto cine (que no es tal cosa) sino en cuanto hábil pienso para el consumo audiovisual masivo, se sostiene con ligereza una media hora. Una vez visto el juego y su apoyatura humana (dos policías hermanos-antípodas, uno blanco y otro negro, uno loco y otro cuerdo, uno insensato y otro calmoso, uno casado y otro viudo, uno provocador y otro respondón, uno insolente y otro humilde, uno ordenado y otro anárquico, uno clon y otro augusto, y ambos caras de la misma moneda de hoja de lata), el resto se sabe y, por ello, discurre pesadamente, en forma de imparable materia inerte. Estamos ante el segundo capítulo de una ristra de Armas letales que en los próximos años invadirán las pantallas del mundo (como los Hallowen, los Loca academia de policía, los Rocky, los Rambo, los Cazafantasmas y otras longanizas para la masturbación seudocinematográfica) si Dios no lo remedia, y es sabido que Dios no suele remediar estas cosas. Todo en este mediocre (y millonario, pues en los grandes taquillajes del cine norteamericano rarísimamente coinciden cantidad y calidad) filme se sostiene sobre esa duplicación del protagonista: dos contrarios inseparables actuando (es decir, matando) al unísono, que permiten a su vez un fácil juego de desdoblamiento en la respuesta del espectador propicio, que le hace aceptar la estupidez de lo que ve sin considerarla como estupidez propia.
Cine archisabido, de ostentosa producción, obra de especialistas en efectos y no de elneastas, es cine que nos llega sin remedio, que sin remedio forra a sus productores, pero que sin remedio se olvida sin dejar una huella, ni un sólo recuerdo perecedero. Y es ésta su condición de pasto del olvido su única virtud digna de ser recordada.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
Últimas noticias
La última apuesta de Petro: salario mínimo histórico, reforma laboral en marcha y ley de financiamiento por decreto
La presidenta Sheinbaum afronta la tragedia del Tren Interoceánico como remate de un año “complicado”
El descarrilamiento del Tren Interoceánico alimenta las críticas de la oposición y señalamientos contra el proyecto
Detenido un implicado en el homicidio de Carlos Manzo que participó en el chat donde se planeó
Lo más visto
- La Audiencia Nacional avala la decisión de Robles de retirar el nombre de Franco a una bandera de la Legión
- Trump anuncia la destrucción de una instalación de producción de drogas en Venezuela
- Rusia amenaza con romper las negociaciones tras acusar a Ucrania de atacar una residencia de Putin
- Alain Aspect, Nobel de Física: “Einstein era tan inteligente que habría tenido que reconocer el entrelazamiento cuántico”
- Recuperado el cadáver de la niña de la familia española desaparecida tras un naufragio en Indonesia




























































