Dieciséis años después
Der amerikanische freund
Dirección y guión: Win Weriders.
Fotografía: Robby Müller. Música: Jürgen Knieper. República Federal de Alemania-Francia, 1977. Intérpretes: Bruno Ganz, Dennis Hopper, Lisa Kreuzer, Gérard Blain, Nicholas Ray, Samuel Fuller. Estreno en Madrid: Alphaville (versión original subtitulada).
Tras su trilogía, integrada por Alicia en las ciudades (1973), Falso movimiento (1974) y En el curso del tiempo (1975), posiblemente lo mejor de su descompensada obra, el realizador alemán Win Wenders hace la más comercial de sus películas. Parte de El juego de Ripley (1974), una novela policiaca de la especialista norteamericana Patricia Highsmith, para hacer una ambiciosa coproducción europea, que rueda en Hamburgo, París y Nueva York, con el título El amigo americano.
Narra cómo un modesto restaurador de Hamburgo, enfermo de leucemia, se convierte en asesino dentro de una complicada intriga de la Mafia internacional; cómo en el transcurso de un incesante ir y venir, en una sucesión de viajes, dos hombres se hacen aparentemente amigos y realizan algunas peligrosas acciones juntos. Es una mezcla de una tradicional historia policiaca, que se mueve dentro de las convenciones del género, y el relato del transitorio acercamiento entre dos personajes muy diferentes, que casi nada tienen en común.
Win Wenders trata de hacer un acercamiento entre Estados Unidos y Europa, de narrar una historia norteamericana de una forma alemana, de llenar una trepidante acción de consideraciones sobre la vida, la muerte, la amistad y el amor. Así como de construir un mundo masculino contra el que inútilmente se debate una mujer, de explicar el movimiento continuo como razón de vida, la exposición del presente como mezcla de recuerdos e incertidumbre ante el futuro.
Wenders intenta engranar estos dos mundos contrapuestos, transmitir la angustia de su protagonista ante la muerte, plasmar la máxima agitación de los momentos de acción y toda la calma de los momentos de intimidad familiar, pero tan sólo lo consigue de forma esporádica. La tan larga como minuciosa escena rodada en el Metro de París, que finaliza con el asesinato del primer mafioso en la estación de La Défense, sigue siendo excelente, y en menor medida el segundo asesinato, en el expreso Hamburgo-Múnich, por culpa de unas transparencias demasiado evidentes. Pero los 16 años transcurridos desde su realización pesan sobre ella.
No sólo porque el planteamiento resulta demasiado prolijo y poco convincentes las razones que convierten a un pacífico restaurador en torpe asesino, por otra parte muy típicas de las historias de Patricia Highsmith, y el final un tanto confuso y sin la carga poética que pretende tener, sino muy especialmente porque todo el relato está lleno de elementos demasiado de cinéfilo. Las improvisaciones, que engranan mal con lo que se narra, en su momento tenían una cierta razón de ser, en gran parte por la influencia del cine de Jean-Luc Godard, pero que hoy se despegan en exceso del conjunto.
Desde el amplio grupo de realizadores amigos que integran el reparto, los norteamericanos Dennis Hopper, Nicholas Ray, Samuel Fuller, los franceses Gérard Blain, Jean Eustache, el alemán Peter Lilienthal, el suizo Daniel Schrnid, hasta la multitud de pequeños elementos, escenas inútiles, que más que enriquecer la acción la alargan en exceso hasta llegar a sobrepasar las dos horas.
Quizá el problema se reduzca a que en 1977 Wenders era un realizador en alza, que con El amigo americano intenta, y casi consigue, ir mucho más allá de sus posibilidades, y que en 1993 tras los semifracasos de Hasta el fin del mundo (199 1) e In weiter ferne, so nah! (1993), sólo aparece como un director con grandes limitaciones, una especie de alumno alemán aplicado de Jean-Luc Godard. En estos 16 años han pasado muchas cosas, no sólo que Nicholas Ray haya muerto ante las cámaras del propio Wenders en Relámpago sobre el agua (1979) y hace tiempo que Samuel Fuller rodase una buena película, y El amigo americano se resiente de todo ello. No es la obra maestra que muchos creen recordar, sino una buena película que no ha envejecido todo lo bien que hubiese debido.
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