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Tribuna:MUSICA
Tribuna
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Max Bragado, un español en América

Son bastantes los músicos españoles que ejercen su profesión, con gran brillantez, más allá de nuestras fronteras e incluso al otro lado de los mares. De ellos llegan noticias aisladas, ya que, por lo general, no son dados a la autopromoción. Como, por otra parte, agencias y corresponsales suelen dirigir su atención hacia los acontecimientos políticos y sociales, viene a resultar excepcional la publicación de informaciones consistentes acerca de estos «españoles de tres mundos».A veces puede resultar casi desconocido el mismo nombre. En el caso del madrileño Max Bragado-Darman, director y profesor de dirección en el Instituto de Música de Cleveland desde hace cinco años. Ahora, Bragado está en Madrid, de manera que las noticias sobre su trabajo en América nos llegan por la vía directa de su protagonista, tan poco dada a la publicidad que ni siquiera lleva encima un «desplegable», un mero «curriculum vitae» o una aceptable fotografía.

Suelen tener los españoles ideas bastante sumarias y elementales sobre la vida musical norteamericana entendida a través de las grandes orquestas -Nueva York, Cleveland, Boston., Chicago, Los Angeles, Filadelfia-, el poderío de una formidable industria discográfica o el quehacer de unos cuantos grandes coliseos de ópera. Sólo los «enterados» pueden calibrar con exactitud el valor que encierra la permanencia, como director y profesor, en una entidad corno el Instituto de Música de Cleveland, cuya orquesta, como sucede en otros centros educativos, verdaderas universidades musicales, con todo y estar formadas por estudiantes, alcanzan un raro grado de perfección. Tanto que de ellas se desplazan continuamente instrumentistas, con real categoría de solistas, para formar en agrupaciones sinfónicas europeas o americanas de primer orden. Si pensamos que Estados Unidos posee más de 2.000 orquestas que desarrollan actividades normales a lo largo del curso empezaremos a percibir la significación de su compleja existencia musical.

En el caso del Instituto de Cle veland, en el que dictan sus en señanzas los primeros atriles de la Sinfónica de Cleveland, la orquesta que Szell elevara a la más alta categoría, la formación de profesionales es completa y adquiere fisonomía de profundo humanismo. A través de tres niveles de estudios, que comportan otras tantas sucesivas titulaciones, se consiguen en las universidades estadounidenses los grados de bachiller, master y doctor, los que alcanzó Max Bragado en Oberlin (Ohío) a partir de 1963.

Llegaba de España tras obtener premio extraordinario en el Real Conservatorio tras unos estudios principalmente centrados en el piano y realizados con los profesores Lucas Moreno y Carmen Díez Martín. Porque, como dice Gyorgy Sandor, el pianista húngaro amigo de Bartok, asentado en Michigan, el empeño de Bragado era el piano, aunque su más honda vocación fue siempre la dirección de orquesta. Perfeccionados sus estudios pianísticos con Sandor y los de dirección con Robert Baustiam, a partir de 1968, Bragado dirige las orquestas de jóvenes en Michigan, Tennessee y Columbus, hasta que en 1974 es designado titular de las orquestas del Instituto de Cleveland (sinfónica y de cámara) y profesor de dirección, a la vez que, cada curso, se encarga del montaje de un par de óperas.

Tengo a la vista el resumen del pasado curso, en el que el maestro madrileño dirigió una decena de conciertos con obras de Mahler, Debussy, Rimsky, Stravinsky Prokofiev, Ravel, Saint-Saens, Haydn, Mozart, Strauss, Moussorgsky, Webern, Druckman y Maderna, entre otros. Es decir, desde hace un decenio, Bragado ha podido abordar, en extensión y profundidad, un largo repertorio en el que nada se excluye ni olvida. Para el próximo curso, tiene programados, junto a títulos del repertorio clásico y romántico, páginas como La apoteosis de Moliére o El buey en el tejado, de Darius Milhaud o la Sinfonía de cámara, de Schoenberg, amén de los irrenunciables estrenos.

Está contento de su carrera Max Bragado. En Cleveland encuentra posibilidades para el desarrollo de su personalidad y desde allí salta, de vez en vez, a los programas de otras agrupaciones americanas como director invitado. Pero siente el deseo de hacer algo en España, más por buscar una aportación eficaz que por perseguir una tarde de aplausos. Está en gestión una gira de su orqueta por nuestro país, pero lo que más ambicionaría nuestro compatriota sería ofrecer con ella un curso-taller del que se beneficiaranjóvenes instrumentistas españoles. Se advierte pronto en Bragado que su voluntad tiende a alcanzar un fin: la eficacia, a través de una vía imperativa: la seriedad, enemiga de la improvisación y del cuasidiletantismo.

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